El ocaso de la diplomacia latinoamericana

VIÑETAS LATINOAMERICANAS

Rafael Rojas*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Rafael Rojas
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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Diplomacia y lenguaje han ido siempre de la mano en la historia moderna. Especialmente en América Latina y el Caribe, donde tantos escritores y estudiosos del lenguaje, como Andrés Bello, Lucas Alamán, José Martí, Rubén Darío, Gabriela Mistral, Pablo Neruda o Alfonso Reyes, ocuparon embajadas o misiones consulares.

En las dos últimas décadas, que paradójicamente corresponden al fin de la Guerra Fría y a la mayor generalización de la forma democrática en la región, la gestión diplomática se concentra, con frecuencia, en los presidentes. Esa concentración hace que los vínculos entre los países se confundan con la amistad o la enemistad entre los mandatarios.

Lo vimos en la primera década del siglo XXI con la tormentosa relación de Hugo Chávez con sus homólogos colombianos Álvaro Uribe y Juan Manuel Santos. A pesar de su aspereza, aquella tensión jamás alcanzó los grados de encono e insidia de los tiempos de Nicolás Maduro, Iván Duque y buena parte de los presidentes involucrados en el Grupo de Lima.

La llegada al poder de varios líderes y partidos de izquierda, a partir de 2018, no contribuyó a revitalizar los foros regionales ni a suavizar el tono de los intercambios verbales entre los presidentes. Se pudo constatar durante la crisis política en el Perú, donde la crispación bilateral con México llegó casi a la ruptura y al careo personal entre la presidenta Dina Boluarte y el Presidente López Obrador.

Más recientemente hemos asistido a reiteradas confrontaciones retóricas entre los presidentes Nayib Bukele, Javier Milei y Gustavo Petro. El ejecutivo colombiano expresó ampliamente su rechazo a Milei desde que era candidato a la presidencia de Argentina. Tras el triunfo de éste, Bukele se burló de Petro en X.

Durante los pocos meses que lleva gobernando, Milei no se ha medido en sus juicios adversos sobre Lula, AMLO y Petro. Al primero lo acusó de proteger dictadores, en alusión a los gobernantes de Venezuela, Nicaragua y Cuba. El presidente mexicano, quien en algún momento asoció a Milei con el fascismo e, incluso, con el nazismo, fue definido como un “ignorante” por el nuevo inquilino de la Casa Rosada.

Con todo, la expresión no es de las más agresivas si se recuerda que el mandatario argentino llamó “asesino terrorista” a Petro. La hostilidad verbal entre tantos presidentes latinoamericanos ha llegado a verdaderos extremos, que no se veían, tal vez, desde los tiempos de la Guerra Fría, cuando muchos de los términos, hoy reciclados, no eran meros epítetos.

El espectáculo antidiplomático que están dando los presidentes ha provocado reacciones en sus propias cancillerías. Este domingo los gobiernos de Argentina y Colombia han anunciado que sobrepondrán las buenas relaciones bilaterales a la antipatía entre sus presidentes. Algo similar ha declarado AMLO, pero habrá que ver qué tanto se cumple el buen deseo, cuando la política está en manos de lideres tan protagónicos y vocales.