Otro año, otra guerra

APUNTES DE LA ALDEA GLOBAL

Foto de una línea de soldados caminando
Foto de una línea de soldados caminandoFoto: Pexels
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El perfil violento de este siglo XXI, que comenzó con el derribo de las Torres Gemelas y las guerras de Irak y Afganistán, se delinea más en este año que acaba. 2023 concluye con dos guerras terribles, una en Ucrania y otra en Gaza, y con el avance indetenible del deterioro de la democracia a nivel global y la consolidación de nuevos despotismos.

A dos años de la invasión a Ucrania, el Kremlin, después de insinuar un posible entendimiento diplomático, lanza el más grande ataque aéreo en Dnipró, Járkov, Zaporiyia, Odesa, Lviv y otras ciudades ucranianas. Los bombardeos golpean la infraestructura civil de ciudades ubicadas muy lejos de la región fronteriza, que supuestamente reclama Moscú.

Kiev se ubica en el centro del territorio ucraniano y Lviv muy cerca de la frontera con Polonia. El radio de acción de los misiles va más allá del objetivo de anexar las regiones del Dombás, donde se instauraron repúblicas secesionistas. Estas acciones reafirman la doble finalidad de la invasión de febrero del 22: incorporar la mayor parte de Ucrania a Rusia y debilitar lo más posible al estado soberano ucraniano.

Un ataque terrorista de Hamas contra Israel a principios de octubre desató como reacción otra guerra que pronto cumplirá tres meses y, al parecer, no tiene desenlace en puerta. El gobierno de Benjamín Netanyahu ha dicho que se propone la “destrucción de Hamas”, lo que equivale a destruir el gobierno de la Franja de Gaza, que el grupo terrorista arrebató a la Autoridad Palestina, por medio de elecciones parlamentarias, desde 2006.

Las de Ucrania y Gaza son, por tanto, dos guerras de un estado fuerte contra otro débil. Dos guerras que se internacionalizan, cuyas respectivas alianzas regionales y globales emparejan el teatro de operaciones. Ante los dos conflictos, la comunidad internacional deja ver sus profundas divisiones geopolíticas. Esos alineamientos internacionales se desentienden de los llamados de la ONU a favor de un cese al fuego o de una negociación de la paz.

Las votaciones en la ONU han sido muy elocuentes en ambos conflictos. Una clara mayoría del mundo rechaza las dos guerras, pero los posicionamientos minoritarios de las grandes potencias, sobre todo, en el Consejo de Seguridad, y el compromiso de unas y otras con cada bando, impiden el avance de una normativa internacional efectiva a favor de la paz.

Estados Unidos y gran parte de Europa apoyan a Ucrania y a Israel, aunque el consenso europeo es frágil en ambos conflictos. China no reconoce la autoridad de Hamas y tampoco simpatiza totalmente con la guerra de Putin, pero evita posicionamientos fuertes en cada guerra. En el Medio Oriente, donde hubo un importante rechazo inicial a la invasión rusa, crece la oposición a la ofensiva de Israel en Gaza.

Más o menos esa sería también la perspectiva de América Latina y el Caribe. La mayoría de los gobiernos de la región se opuso a la guerra de Putin, con las excepciones de Cuba, Nicaragua, Venezuela, Bolivia y El Salvador. Esa misma mayoría también se opone a la guerra de Israel en Gaza, aunque con otras excepciones, como Guatemala, Paraguay, Uruguay y Argentina, cuyos gobiernos han votado en contra o se han abstenido frente a resoluciones que demandan el cese el fuego por razones humanitarias.

Otras potencias, como India, han tenido un comportamiento menos predecible en ambos conflictos. El primer ministro Narendra Modi, que ejerce la presidencia del G-20, fue una de las voces más reconocibles a favor de la abstención en las resoluciones de la ONU contra Rusia, a raíz de la invasión a Ucrania. Sin embargo, en el conflicto de Gaza, India permanece del lado de Israel.

La posición de India se explica por el conflicto interno del gobierno de Modi con el islamismo y el yihadismo. A pesar de su peculiaridad, esa posición ilustra muy bien la complejidad multipolar del siglo XXI, que algunos quisieran partir en dos, como en los tiempos binarios de la Guerra Fría.