Variantes de la causa pro-Palestina

APUNTES DE LA ALDEA GLOBAL

Protestas contra la guerra en Gaza en universidad de Estados Unidos
Protestas contra la guerra en Gaza en universidad de Estados UnidosFoto: AP
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Hay algo vintage o nostálgico, consciente o no, en la movilización juvenil global en contra de la guerra de Israel en Gaza. Mayoritariamente, se trata de una movilización a favor de Palestina, no a favor de Hamás, que son dos cosas distintas. La lectura de los jóvenes occidentales, que ondean la bandera del triángulo rojo y las franjas verde, blanca y negra, se inclina a favor de una causa nacional, laica y descolonizadora, muy propia del imaginario político de los años 60 y 70.

En Gaza y Cisjordania, en cambio, muchos de los jóvenes que se enfrentan a las bombas de Israel y que militan en el centro o la periferia de Hamás, probablemente, ya no piensen su causa en los términos laicos de la OLP, Fatah, la Autoridad Palestina, Arafat, Abás o el brillante pensador palestino Edward Said. Lo más seguro es que muchos de esos jóvenes, en el horror diario de la Franja, entiendan su lucha en clave de la yihad islamista contra la colonización sionista, respaldada por los infieles en Estados Unidos y Occidente.

Los escenarios de esa movilización juvenil global ofrecen algunos matices, que habría que poner sobre la mesa si se quiere pensar esta guerra con un mínimo de rigor. En Estados Unidos y Gran Bretaña, por ejemplo, donde se produjeron las primeras acampadas universitarias, las demandas iban dirigidas a las autoridades académicas, pero también a los gobiernos de Joe Biden y Rishi Sunak, ya que se exigía el fin del apoyo de Washington a Israel y todo tipo de colaboración con ese país, incluida la académica.

El boicot académico a Israel ha sido, desde antes de esta guerra, uno de los puntos más debatidos del movimiento palestinista. Algunas universidades ubicadas en el blanco de esos reclamos, como la Hebrea de Jerusalén, un histórico centro público, donde enseñaron Einstein, Freud y Buber, no es ajena a las movilizaciones estudiantiles contra la guerra. Dos profesores de esa universidad, Nadera Shalhoub y Amos Goldberg, son académicos totalmente comprometidos con el cese al fuego en la Franja.

En Europa, en cambio, las protestas van dirigidas con menor intensidad contra los gobiernos. En España, claramente no, por el posicionamiento del gobierno de Pedro Sánchez y el PSOE tanto contra el ataque terrorista de Hamás del 7 de octubre como contra la implacable ofensiva, de casi medio año ya, en Gaza. En Alemania y Austria, sí, por el respaldo de ambos gobiernos a Israel. En Francia, a un nivel intermedio.

La misma diferenciación podría hacerse en América Latina, en dependencia de los variados posicionamientos de sus estados ante la nueva guerra. En Chile y Colombia, el activismo de los gobiernos de Gabriel Boric y Gustavo Petro ha capitalizado las principales demandas del movimiento. En Argentina, en cambio, la movilización juvenil se dirige lo mismo contra la guerra que contra el gobierno de Javier Milei, proyectado como el principal aliado de Benjamín Netanyahu en toda la región.

En México, curiosamente, el activismo universitario ejerce presión, en forma prioritaria, sobre las autoridades académicas, cuando el gobierno de Andrés Manuel López Obrador es sumamente cuidadoso en su relación con Israel. A diferencia de la guerra de Rusia en Ucrania, a la que México se opuso en foros internacionales, mientras se intentaba justificar desde las conferencias matutinas del Presidente, la de Gaza ha tenido muy poca relevancia en el constante frenesí mediático de AMLO y Morena.

En Cuba, como es tradición en ese país, las propias autoridades universitarias se han colocado al frente de actos de solidaridad con Palestina, pero esta vez, también, en solidaridad con los estudiantes estadounidenses que se movilizaron en Columbia, UCLA y otras universidades de ese país. Por momentos pareció, en esas escenas junto al Alma Mater de la Universidad de La Habana, que lo esencial era protestar contra el gobierno de Joe Biden y no contra el de Benjamín Netanyahu.