Rafael Solano

PAN-Calderonismo: La Coalición que falta

DE LIBERTAD Y RESPONSABILIDAD

Rafael Solano*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Rafael Solano
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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Entre el análisis de las elecciones 2021 y 2022, se encuentra la preminencia de tres factores para la competitividad electoral: 1) en la mayoría de los estados donde la oposición ha competido seriamente, los gobernadores y sus partidos locales han sido promotores activos de sus logros de gobierno y de las ventajas de continuar su rumbo; 2) en los lugares donde Morena no ha puesto a su candidato más aglutinador (de entre sus facciones locales), el fenómeno “brazos caídos” o los ataques internos a sus candidatos sí impactan; y 3) eventos locales de alto impacto han tenido efecto en los resultados de los comicios (Línea 12 en el Valle de México). 

Estos tres factores nos hablan de partidos sanos y/o de la oportunidad política que un partido sano puede aprovechar ante un evento impredecible. Para que un partido se encuentre pleno, se requiere política entre sus fracciones internas. Una fracción se refiere a grupos fuertemente organizados con capacidad de cohesión y orden.

Esto cobra sentido, porque en la oposición hay dos partidos que no se encuentran en una grave crisis, el PAN y el MC. En el caso panista, es la primera vez en una década que no es el partido con la mayor crisis mediática. En el segundo, MC es un partido con crecimiento, que recupera presupuestos locales y se desarrolla institucionalmente, mientras está aprendiendo a administrar las disputas por los espacios de poder interno entre sus nacientes fracciones.

En lo que respecta al panismo, durante los últimos años ha vivido una serie de cambios normativos, estatutarios y organizacionales que lo han llevado a un cambio en la configuración partidista. En la última década se ha recompuesto en un partido distinto, con distinta fisonomía y comportamientos, sin embargo, eso no lo ha convertido en un partido más ganador.

Quizá para los estrategas del panismo, es momento de repensar su desarrollo organizacional y aprovechar una coyuntura que parece no están advirtiendo y que se les escapó en 2021, pero que hoy, en el segundo semestre de 2022, tienen aún al alcance.

Me refiero al acercamiento con el calderonismo, una de las fracciones políticas más organizadas de los últimos años, cuyo líder es uno de los cuadros más pulidos de la transición, sin el cual no se podría entender el desarrollo del propio panismo ni su acceso, ejercicio y salida del poder, quien es también una de las voces políticas más reconocidas en el hemisferio occidental. Hoy, mientras Calderón está dialogando con Lech Walesa sobre la crisis de la democracia, o en los mayores foros climáticos en Riad, el panismo está sumergido en el barro de Alito, desaprovechando a uno de los mayores capitales políticos de los últimos años: su hijo desobediente.

Cuando se habla de calderonismo, no sólo se habla de un liderazgo, alrededor, hay toda una organización política, cuadros experimentados y jóvenes, preparados profesionalmente para el ejercicio político y la administración pública, con capacidad para formar redes ciudadanas profesionalizadas de activistas en barrios, plazas, mercados, localidades, etc. Esa capacidad organizativa está plenamente acreditada, frente a un PAN que una y otra vez la ha bloqueado legal e institucionalmente, mientras esos 8 o 12 puntos que puede activar la fracción calderonista, siguen sin regresar a las preferencias del panismo.

Y es que la estructura política de más de 50 miembros de los órganos de dirección, 474 presidentes y secretarios distritales, 1,425 delegados, 32 Comisiones Ejecutivas Locales y un ejército probado de miles de activistas comunitarios de México Libre fue simplemente excluida por el PAN en 2021. A pesar de que el calderonismo actuó con generosidad en la promoción electoral, eso no se reflejó en la conformación de gobiernos. Salvo en casos muy específicos y en contextos muy locales (contados con los dedos de las manos), el hecho generalizado fue un “no hay espacio”.

Pero, el conflicto, quizá por primera vez en una década, no es insalvable. A pesar de que las heridas entre el calderonismo y el panismo siguen ahí, México no tiene mucho tiempo y a los mexicanos hoy no les sirve de nada abrirlas. Sin embargo, lo que sí puede servir es que el conflicto se puede transformar positivamente… pero, ¿cómo hacerlo?

Me permito expresar una propuesta de arranque, enunciativa y no limitativa para transformar el conflicto de más de una década en la centro-derecha mexicana: 1) con una negociación organizada profesionalmente, en punto neutral, alejada de la “restaurantitis” de Polanco y de las redes sociales; 2) con una visión que pueda construir en conjunto el reconocimiento de partes, y su significado en el escenario de la centro-derecha, sin adjetivos por adelantado; 3) con una agenda por niveles de discusión, programa y espacios políticos, no solo en el orden de lo ejecutivo, sino desde una visión legislativa federal y local, total e integral (espacios, comisiones, órganos), de cabildos locales, de espacios administrativos, de dirección partidista, e incluso de impulso de perfiles hacia órganos autónomos; 4) con la construcción conjunta de una estrategia que permita pensar en la siguiente vuelta electoral y periodo de gobierno 2024–2030 en todos niveles y poderes, ya sea como oposición o como gobierno, desde uno o desde dos partidos; 5) con el planteamiento conjunto de objetivos verificables, de corto, mediano y largo plazo, y 6) con un calendario pronto y expedito para darle salida a una negociación positiva.

Para plantear una coalición ganadora (cualquiera que sea), la centro-derecha mexicana primero debe explorar su reestructura, recalibrar una nueva coalición entre sus fracciones y apostar por una base política sana; después de una década, por primera vez, tiene las condiciones para hacerlo, pero todo parte desde este punto. Y con este eje andando, seguramente tendrá que buscar aliados sanos que puedan ir a la fuerte batalla que se avecina, y para ello, un siguiente paso es explorar el diálogo franco con un Anaya que representa a otra parte y con un Dante que está construyendo una plataforma socialdemócrata y centrista. Y partir de ahí, intentar construir una plataforma expansiva, organizada y reformista, la plataforma desafiante que muchos mexicanos están esperando.