Rodrigo López San Martín

El radicalismo como estrategia de comunicación

ES LA ESTRATEGIA...

Rodrigo López San Martín *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Rodrigo López San Martín 
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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Un sector de clase política nacional, tan acostumbrada a mirar al corto plazo y a construir persiguiendo beneficios personales, parece querer encaminar al país a radicalismo y polarización.

Porque tanto desde el gobierno como desde la oposición, parecen tomar cada vez más fuerza quienes apuestan por los extremos.

Esto no es casualidad. Frente al desdibujamiento de las posiciones ideológicas que las alianzas (tanto opositoras como de gobierno) provocan en los partidos, a algunos les parece lógico abanderar temas donde las diferencias clarifiquen el posicionamiento de los partidos.

Y esto pasa porque, desde hace décadas, la política mexicana se define desde el no. Las alianzas mismas, se han construido para luchar en contra de algo, o de alguien. La década pasada contra el PRI, y desde el año pasado contra el presidente López Obrador y su gobierno.

Sí, en su momento, como opositor, AMLO fue el primero en construir su posicionamiento desde ese aislamiento. Desde el no. Desde la posición sistemática a todo lo que propusiera el partido en turno en el gobierno. Pero con una importante diferencia: siempre polarizaba alrededor de temas relevantes para la vida de la gente.

Es ahí donde ha estado el error de la oposición. La desconexión con la realidad de la gente y sus verdaderas preocupaciones. El mejor ejemplo, este mes de septiembre.

Mientras desde la Cámara de Diputados, el PAN presentó la iniciativa para que exista un Seguro de Desempleo a nivel nacional, en el Senado, la agenda del coordinador priorizó recibir y enaltecer al dirigente de uno de los partidos más radicales del mundo, Vox.

Mientras los diputados promovieron una propuesta que, además de hablar de algo relevante para los ciudadanos, sus aliados pueden sumarse naturalmente, los senadores no sólo se ganaron el rechazo generalizado por el trato que dieron a tan cuestionable dirigente, sino que se quedaron solos, porque, evidentemente, no ni el PRI, ni el PRD y ni siquiera la mayoría de sus militantes se sumaron.

Por supuesto, ni AMLO ni Morena dejaron pasar la oportunidad. Hasta el día de hoy, cualquier panista que alza la voz para criticar al gobierno, recibe en respuesta un señalamiento relacionado a Vox.

Pero parece que hay un sector del panismo que quiere mantenerse ahí. Que habiendo tantas necesidades y problemas que sí afectan la vida cotidiana de los mexicanos, creen que la mejor forma de construir el posicionamiento de su partido es indignarse por la invitación del gobierno federal a los presidentes de Cuba, Miguel Díaz Canel, y de Venezuela, Nicolás Maduro.

Sin duda es válido el rechazo. Incluso necesario. Pero eso no significa que deba ser el centro del discurso opositor.

Porque mientras la discusión esté ahí, seguirá lejos lejos de los problemas reales de los mexicanos. Y con eso, gana el gobierno.

Así, la oposición y principalmente el PAN debe decidir si se presentarán a los mexicanos como lo radicales que escuchan alarmas de comunismo que nadie más percibe, o como la segunda fuerza política del país que es un instrumento útil para proponer cambios que mejores la vida real de los mexicanos.