Valeria López Vela

Entre dictadores te veas

ACORDES INTERNACIONALES

Valeria López Vela *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Valeria López Vela 
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Por:

“Hay que tener cuidado al elegir a los enemigos porque uno termina pareciéndose a ellos”

Jorge Luis Borges

La toma de posesión de Daniel Ortega como presidente de Nicaragua no es, en ningún sentido, una buena noticia y sobre eso se ha escrito suficiente. Por ello, quisiera mirar el caso como una muestra de laboratorio político que nos deja tres aprendizajes importantes.

El primero es que la posición de la Doctrina Estrada es old fashion, por decir lo menos. Justificar con ella, la representación de un gobierno en la toma de posesión de un dictador es tan obtuso como argumentar que los problemas de violencia doméstica no son un problema social; algo así como sostener que si golpean a mi vecina no debo reaccionar, pues “son problemas privados y no se debe intervenir en las relaciones ajenas; si a ellos les funciona, uno no debe entrometerse”. En ciertos casos, la no intervención se traduce en encubrimiento de las injusticias y respaldo a los abusos y esto fortalece el incremento de la violencia.

En ese sentido, los internacionalistas mexicanos deben replantearse si el marco conceptual señalado puede mejorarse o sustituirse.

El segundo aprendizaje se expresa en el aforismo de Borges : “Hay que tener cuidado al elegir a los enemigos porque uno termina pareciéndose a ellos”. Y esto es, precisamente, lo que le ocurrió a Ortega: se convirtió en el dictador al que juró destruir.

El ejemplo más claro es de la persecución a los opositores. Ortega ha ordenado, emulando al dictador al que luchó por derrocar, otra “Operación Limpieza” que, de acuerdo con Amnistía Internacional, está dirigida en contra de las personas que protestaban; la nueva versión de la “Operación Limpieza” incluyó “detenciones arbitrarias, tortura y el uso generalizado e indiscriminado de fuerza letal por parte de la policía y fuerzas parapoliciales fuertemente armadas”.

En 1978, la “Operación Limpieza” se enfocaba en los miembros del FSLN; hoy, desde el gobierno, miembros del antiguo FSLN reactivan la “Operación Limpieza” en contra de ciudadanos que ejercen su derecho a la libertad de expresión, a la protesta y a la participación política.

El tercer aprendizaje es que los dictadores suelen convertir sus relaciones de pareja en extensiones del poder presidencial. Dinorah Sampson, la compañera de Ortega, acumuló poder y mayor influencia que la propia esposa de Somoza —Hope Portocarrero—. Por su parte, Rosario Murillo es esposa del presidente Ortega y vicepresidenta. Ambas parejas piensan que la democracia es un juguete de sumisión con el que amedrentan, intimidan y desprecian a los ciudadanos.

Parece que el poder embriaga a los políticos por igual; Ortega se convirtió en la versión rojilla de lo que por tantos años combatió: un dictador que da la espalda al pueblo que lo eligió, un violador de derechos humanos. Hoy es difícil distinguir en un espejo cuál es el reflejo de Anastasio Somoza y cuál el de Daniel Ortega.