Valeria López Vela

Reflexiones sobre la educación

ACORDES INTERNACIONALES

Valeria López Vela*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Valeria López Vela
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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De cuando en cuando, regreso a los textos con los que aprendí filosofía: el libro de lógica de Copy, la historia de la filosofía de Reale, los comentarios de Aristóteles de Düring. Pero tiene un lugar especial el viejo libro de Werner Jaeger, Paideia, en el que articula los pilares de la educación clásica griega que, a trancas y barrancas, se han mantenido hasta nuestros días.

Paideia es un término clásico griego que suele traducirse como educación que refiere a la formación total de un individuo para un correcto desarrollo social. Así, la educación griega incluía tanto los aspectos intelectuales —conocimientos teóricos— como hábitos morales —conocimientos prácticos—, aspectos físicos y espirituales.

Jaeger articula el desarrollo de la paideia con la historia de la filosofía y algunos términos del derecho. Así, señala que el progreso se produce de la siguiente manera: Anaximandro extiende la idea de justicia, la legalidad divina inherente al devenir, según la definición de Solón, más allá de los límites humanos y establece una norma cósmica. Esta noción se relaciona con la contribución más importante de Pitágoras a la educación, el concepto de armonía como una relación equilibrada entre las partes y el todo. La aplicación de las matemáticas a la teoría musical revolucionó la educación griega y dejó su huella en toda la tradición posterior, desde la arquitectura hasta la ética, con el ideal de una relación armónica. Así es como se establece la legalidad cósmica bajo la influencia de Anaximandro y Pitágoras, como una nueva relación armoniosa entre los seres humanos y el mundo.

Si recordamos que en esa época el banquete o simposio era el lugar principal de formación, podemos decir que la filosofía natural ingresó por primera vez al ámbito tradicional a través de la poesía de Jenófanes. Este cambio es significativo, ya que establece de manera clara que el ideal tradicional de virtud ya no se limita al ámbito de las proezas físicas, como en la epopeya heroica, sino que a partir de ese momento se refiere a la educación espiritual. Este enfoque sentó las bases para la conocida escuela eleática, representada principalmente por Parménides, quien retomó la noción de justicia de Anaximandro, pero le otorgó una función opuesta al identificarla como la fuerza divina que mantiene las cosas en su existencia y evita el cambio. Jaeger destaca a Parménides como el primer filósofo del cual se conserva un cuerpo de textos altamente organizado y argumentado de manera lógica y abstracta; también reconoce que su influencia será notable en el futuro al plantear por primera vez el problema del método científico.

No puedo dejar de pensar que este recorrido no fue sólo fructífero, sino esplendoroso para la civilización y que, frente a los desvaríos en la educación contemporánea, sería buena idea volver a andar el camino sobre los hombros de los pensadores clásicos.