Todos deberíamos ser feministas

LA VIDA DE LAS EMOCIONES

Valeria Villa
Valeria VillaLa Razón de México
Por:

En 2013, la escritora nigeriana, Chimamanda Ngozi Adichie, escribió un ensayo que un par de años después se convirtió en el libro Todos deberíamos ser feministas (Random House, 2015).

Su gran virtud es que funciona muy bien como introducción al feminismo y como una invitación para hombres y mujeres a reflexionar, a cavar profundo en sus creencias sobre lo que tienen que ser y hacer los hombres y las mujeres.

La escritora nos recuerda que los estereotipos son jaulas muy pequeñas para habitar. A los hombres se les condena la vulnerabilidad, la expresión de los sentimientos y al ser socializados para mostrarse siempre fuertes, se vuelven más frágiles cuando fallan. A las mujeres se les pide que protejan el ego frágil de los hombres de sus vidas. No pueden decirles la verdad sobre lo que piensan y sienten para no herirlos. Defender estos estereotipos es una de las razones por las que hombres y mujeres a veces no se entienden. Pensar que el hombre debe pagar la cuenta es una vieja idea que habría que desechar. También creer que las mujeres necesitan que las conquisten, como si fueran un territorio del cual apoderarse, es reflejo de que la sexualidad femenina sigue siendo amenazante para los varones. Si la mujer quiere, no hay que venir a conquistarla, si ella se permite sentir y expresar su deseo. El problema es que a las niñas se les educa en la vergüenza y en la culpa. Si algo les pasa, es porque no cerraron las piernas o andaban muy destapadas. El tema del género es controvertido, porque busca el cambio del estado de las cosas. Para alguien que ha vivido en el privilegio, la igualdad se ve como opresión, dice Carol Anderson.

Las feministas son vistas por muchos y muchas como terroristas que odian a los hombres. Chimamanda define como feminista a todo aquel, hombre o mujer que dice: “Sí, hay un problema con la situación de género hoy en día y tenemos que solucionarlo. Tenemos que mejorar las cosas”. No hace falta decir que hay hombres que también sufren, sobre todo si son pobres. Esto es verdad, pero se trata de otra clase de discriminación, la de clase. Hablar de género no es hablar de derechos humanos en general. Es enfocarse en las grandes diferencias de estar subjetivado como hombre o como mujer y vivir en un mundo en el que las diferencias jerárquicas son innegables.Algunos hombres se sienten amenazados por el feminismo, porque su autoestima está basada en tener el control. La posibilidad de perderlo, es semilla de violencia. Dice Margaret Atwood en El libro de la criada que hay que tener cuidado con lo normal, que se define como aquello que se repite una y otra vez. Así puede normalizarse la desigualdad, la violencia y otras atrocidades. Las mujeres no tendrían que esforzarse por caer bien, ni inhibir su deseo de éxito ni sus ambiciones por miedo a opacar al hombre. Tampoco aspirar al matrimonio ni ver en la soltería un fracaso personal ni renunciar a lo que desean y hacer del sacrificio su sentido de vida.

Competir por la atención de los hombres es una pérdida de tiempo, habiendo tantas fuentes de amor y de realización en otras áreas de la vida afectiva. El deseo femenino puede ser tan intenso como el del hombre y no tendría que ocultarse en la pasividad. El problema de los estereotipos de género es que nos dicen cómo tenemos que ser, dejando de lado cómo somos realmente y cómo preferimos ser. Nos conviene a mujeres y a hombres ser feministas, unir fuerzas y cada uno en su espacio personal, mejorar las cosas: promover la igualdad social, política y económica de los sexos.