Valeria Villa

Sentirse vivo

LA VIDA DE LAS EMOCIONES

Valeria Villa
Valeria Villa
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Uno de los grandes retos del año que terminó y de éste, que arrancó como una cuesta que se siente como una montaña altísima, es encontrar la energía suficiente no sólo para sobrevivir, sino para sentirnos realmente vivos a ratos y no solamente medio vivos, soportando el paso de los días, casi idénticos unos a otros.

En un notable ensayo de Claudio Neri, psicoanalista italiano y discípulo de Wilfred Bion (https://es.wikipedia.org/wiki/Wilfred_Bion), se analiza el concepto de vitalidad, su diferencia con el vitalismo y el papel de la vergüenza como un obstáculo para vivir. Neri destaca en su ensayo la envidiable vitalidad de Bion, que era capaz de impartir seminarios durante horas y horas, de pie y con tremenda energía y nadar todos los días a los 80 años. Bion compartió alguna vez lo que alimentaba su vitalidad:

1. Gran disciplina, esfuerzo constante, fe en la importancia de perseguir y promover la verdad con mayúscula (la verdad del inconsciente, la ética, los derechos humanos, la igualdad).

2. Deseo vivo de explorar siempre nuevos contenidos afectivos e intelectuales, apertura y confianza en el cambio y también la convicción de tener un cierto derecho a la transgresión.

También es cierto que así como hay muchas formas de ser neurótico (defensas ante la angustia infantil aunque la situación haya cambiado), también hay muchas formas de expresar la vitalidad, que está relacionada también con la cultura en la que nos hemos formado. Neri, psicoanalista especializado en grupos, nos recuerda la distinción bioniana entre los grupos racionales y los grupos primitivos. La pertenencia a grupos racionales, como los académicos o intelectuales, puede sentirse árida y sin vitalidad. Formar parte de un grupo primitivo tiene el costo de perder la autonomía de pensamiento y afectiva. Así funcionan las sectas, que parecen proveer de gran vitalidad a sus miembros, cuando en realidad los vampirizan. Sólo el líder puede decir qué se permite sentir, pensar, amar u odiar. Los grupos primitivos tiene gran popularidad porque ahorran el trabajo de pensar. La vitalidad es una negociación para alcanzar un punto medio entre aridez intelectual y ciego vitalismo.

La vitalidad es esa reserva de vida que alguien siente pero que no es enteramente suya, porque surge de la relación con los otros que son importantes. Es un pulmón auxiliar para resistir un poco más en condiciones adversas o cuando hay que recuperarse de una crisis o trauma. La vitalidad depende de la relación con un objeto: una persona, un ideal, una actividad. Ese objeto que nos ayuda a regenerarnos para enfrentar problemas y fracasos.

Existe una diferencia entre vitalidad y pseudovitalidad, llamada vitalismo, que es hiperactividad neurótica, hipomanía, ansiedad que se vuelca en los demás. Su estímulo no es la felicidad sino una ansiedad sin tregua.

Algunas posibles causas de la falta de vitalidad son la depresión infantil, duelos no resueltos que se convierten en melancolía persistente (depresión), trastornos narcisistas y el falso self, entre otras. Algunas personas sienten gran dificultad para acercarse a las fuentes de abastecimiento de vitalidad: por una vergüenza tan intensa, que les impide el contacto necesario para sentirse vivos. Para disfrutar de la sexualidad, la expresión de los afectos, la relación con el propio cuerpo (la piel y sus sensaciones) y con las otras personas. Es el miedo de que alguien se acerque a nuestra desnudez humana y la alta probabilidad de ser herido, ridiculizado, aniquilado. Es trabajo de la terapia entender las experiencias traumáticas que han impedido que la persona se muestre viva, poseedora de un cuerpo, con sensaciones, deseos, miedos y vergüenza, para que pueda dejar de prohibirse experiencias vitales que necesita aunque las tema. La terapia puede servir para volver a sentirse vivo o para sentirse vivo por primera vez.