Valeria Villa

La falacia del control mental

LA VIDA DE LAS EMOCIONES

Valeria Villa*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Valeria Villa
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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Años después de terminar una relación amorosa, Juan se despierta enojado porque soñó a su ex y sintió que la extrañaba, a pesar de haber decretado tiempo atrás que eso estaba muerto. El día de un reconocimiento profesional muy importante, Ana siente indiferencia e incluso enojo horas antes de la ceremonia. A pesar de haber decidido no ver lo que publicaba su exesposa en redes sociales, Roberto no puede detener la compulsión a revisarlas varias veces al día.

La gente decide todo el tiempo que el lunes empieza a comer mejor, que dejará de beber durante un año, que hará ejercicio varias veces a la semana, sólo para tropezar con que no lo hace. Tener lapsus verbales que, por ejemplo, expresan rechazo hacia alguien que se ama, también ocurre sin que podamos hacer nada al respecto. Hay un montón de evidencias somáticas, psíquicas, emocionales, conductuales, de que no controlamos nuestra mente y de que hay una zona inconsciente que no conocemos.

La idea de controlar la mente es una manifestación del pensamiento omnipotente que afirma que podemos ser las personas que decidamos, porque todo está en nuestras manos. Que la mente domina las emociones si se entrena, que con un coach podremos dejar de ser introvertidos o dejar de posponer las cosas importantes. Esta filosofía del automejoramiento es una estrategia para defenderse del miedo, de la incertidumbre y del dolor. Como los neuróticos obsesivos, que son expertos en simular escenarios futuros, casi siempre catastróficos, porque piensan que si van un paso adelante, lograrán hacer control de daños. Algunas filosofías y religiones orientales han cobrado popularidad entre los angustiados occidentales, siempre buscando fórmulas para sentir menos ansiedad.

Creer que controlando la mente controlamos nuestro estado de ánimo, es otra forma del pensamiento omnipotente. Hay quienes afirman que los sentimientos derivados de las emociones son nuestra responsabilidad, que se puede elegir lo se que siente como elegir el color de unos zapatos.

En la revista Quién, puede encontrarse un artículo sobre el poder de la mente que dice más o menos esto: “puedes empezar por preguntarte, ¿cómo quiero sentirme?, ¿cómo quiero ser? y ¿cómo quiero estar? una vez que empiezas a conocerte te vuelves capaz de desechar todos esos pensamientos hostiles que sólo te llevan al autosabotaje… si decides darle la vuelta y pensar en cosas positivas, tu estado anímico tendrá que ver con alegría y entusiasmo, dándole así una vuelta de 180 grados”.

Caray, darle la vuelta al estado de ánimo sólo pensando en cosas positivas resulta de lo más atractivo. Que empezar a conocerse derive en desechar los pensamientos hostiles también parece muy deseable. Pero las cosas no suceden así. Para cambiar el estado de ánimo hay que trabajar mucho, por ejemplo para pasar de estar deprimido a no estarlo. Porque la depresión no es una elección de alguien que no quiere ser feliz, sino de alguien que está enfermo y que tiene un trastorno del estado de ánimo. Empezar a conocerse no sirve para desechar pensamientos hostiles, es más, la gente que comienza a ir a terapia puede tener una reacción negativa al ponerse en contacto con su historia y al darse cuenta de toda la rabia que no ha expresado y que de pronto siente de golpe.

A nadie le gusta pensar que hay una parte de nuestra mente que es un misterio. Que el yo, la parte más equilibrada y racional de la psique, es frágil frente a las demandas instintivas y también frente a la voz autoritaria de la conciencia moral que persigue y castiga. No es nada vendible, pero no por ello menos cierto que con frecuencia actuamos contra lo que se supone que deseamos. El autosabotaje, la autodestrucción, a veces se nos sale de las manos y no sabemos por qué.

El objetivo de entender las emociones no es controlarlas sino procesarlas, que es distinto. Las personas que fantasean con el control dicen que no se van a enojar por nada, que nada las sacará de su centro, que quieren ser la mejor versión de sí mismas, que han logrado el desapego que las libera de toda dependencia, porque es igual de valiosa la hormiga que su madre. La lista de mantras new age es enorme. Entiendo estas creencias como intentos de apaciguar la angustia que provoca la mortalidad, el amor, la pérdida, el dolor de la existencia. El control de la mente no es la solución para vivir. Es una mecanismo obsesivo, narcisista, omnipotente, infantil, algo delirante, que encubre un miedo profundo frente a la vida y el caos. 

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