Valeria Villa

El valor de la humildad

LA VIDA DE LAS EMOCIONES

*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Por:

Quiero compartir con ustedes mi admiración por Nancy McWilliams (https://en.wikipedia.org/wiki/Nancy_McWilliams) de quien ya he hablado en otras columnas. Entre los terapeutas es común la idea narcisista de que la teoría y la técnica que sustenta nuestra forma de trabajo es la correcta, la que sirve, la que de verdad ayuda a disminuir el sufrimiento de los consultantes.

Las rivalidades entre escuelas terapéuticas son siempre una pérdida de tiempo y un asunto casi exclusivamente de poder. McWilliams es una de las pocas psicoanalistas que afirma que existen muchas formas efectivas de ayudar a las personas. Diferentes dificultades requieren de distintos abordajes: manejo farmacológico de la bipolaridad, terapia de exposición para síntomas obsesivo-compulsivos, programas de 12 pasos para las adicciones, terapia familiar sistémica para las relaciones disfuncionales. Grande su humildad para decirlo y reconocerlo, porque abundan los colegas que dicen que si no es psicoanálisis, no sirve. O quienes sostienen que sólo la terapia cognitivo–conductual está basada en ciencia. También andan por ahí los fanáticos de las constelaciones familiares y más recientemente, los creyentes de la terapia EMDR (desensibilización y reprocesamiento por movimientos oculares) como EL CAMINO para tratar estrés postraumático. Lo que sí ha sido concluyente después de muchas investigaciones, es que es más importante la relación terapeuta-consultante que la orientación teórica de la terapia.

Claro que la visión sobre la naturaleza del sufrimiento, del cambio y de la cura varía entre las distintas escuelas de terapia. También varían las necesidades de los pacientes: algunos quieren un proceso directivo y muy enfocado en lo que quieren cambiar, que incluya tareas para realizar entre sesiones. Otros odiarían un proceso de estas características y lo que necesitan es una escucha especializada que les permita escucharse y escuchar lo que dijeron sin darse cuenta. Lo que sí es difícilmente modificable es la rapidez del cambio. Las terapias muy breves son efectivas sólo en el corto plazo. La perspectiva psicodinámica, que es la que a mí me emociona y con la que trabajo, debe estar en armonía con la forma de ser del terapeuta, que respeta por encima de todo la complejidad de la mente, la importancia de los procesos mentales inconscientes y el valor de cuestionarse siempre sobre la experiencia subjetiva. Es el ideal socrático de la vida examinada, para conocerse a sí mismo y para crecer como un agente ético que vive su vida con responsabilidad y no como producto de sus impulsos. Esta perspectiva comprende lo “trágico”, en el sentido de que los consultantes y todos necesitamos hacer la paz con las realidades dolorosas e inherentemente defectuosas. Lo “cómico” en terapia tendría que ver con una perspectiva más pragmática, orientada a la solución de problemas y a los cambios que hay que hacer para tener un final feliz. La tradición psicodinámica es más afectiva, intuitiva y holística, muy lejos del positivismo lógico. El método es la observación, la introspección y la libre asociación. El trabajo de una terapeuta psicodinámica se construye mediante la sensibilidad, el asombro, la capacidad para complejizar, la posibilidad de encontrar identificaciones con los consultantes (“para encontrar al paciente, debemos buscarlo dentro de nosotros mismos”, dijo Christopher Bollas en 1987), la empatía, el énfasis en la subjetividad, la sintonía con los afectos, el trabajo con el amor (en su sentido de Ágape, de naturaleza desinteresada, honesta, voluntaria e incondicional) y fe a pesar de los momentos inevitables de escepticismo, confusión, duda e incluso desesperación. Fe en el proceso, aunque no se sepa con exactitud cuál será el camino que comparten la terapeuta y el consultante, que finalmente le fortalecerá en su honestidad, agencia, autocohesión, autoestima, capacidad para tolerar los afectos y capacidad para tener relaciones satisfactorias. Ese tipo de fe que sabe que el esfuerzo por buscar la verdad de la propia experiencia tiene un valor curativo intrínseco.

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