Valeria Villa

Malas feministas

LA VIDA DE LAS EMOCIONES

Valeria Villa*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Valeria Villa
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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En unos días será 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, que se conmemora desde 1975 y que es una oportunidad para recordar las luchas que han librado y siguen librando las mujeres para lograr el reconocimiento de sus derechos. Las cuatro olas feministas son las siguientes:

Primera ola: el derecho al voto y a la educación a finales del siglo XIX. Segunda ola: la radicalización del movimiento y la revolución sexual en los sesenta y setenta. La lucha es por los derechos reproductivos y sexuales. También por los derechos laborales y comienza la perspectiva interseccional. Tercera ola: en la década de los ochenta, interseccionalidad y teoría queer. El género y la sexualidad se volvieron temas centrales. La heterosexualidad no podía ser la referencia universal. Se distinguen diversas luchas de justicia y equidad en torno a la raza, el grupo étnico, la clase social, la sexualidad y el género. Cuarta ola: la diversidad del feminismo a principios de los dosmiles. Los temas centrales son el acoso sexual, los estándares de belleza física que generan acoso para todas las mujeres y la cultura de la violación. Que el feminismo sea incluyente lo ha vuelto un movimiento más fuerte, pero también con una necesidad de conciliar la diversidad. Una mujer hetero y una mujer trans pueden dialogar y sentirse protegidas por el feminismo, aunque ocupen lugares tan distintos dentro del contexto social.

Son apenas ocho años de pensarme como feminista. La etiqueta está cargada de significados desagradables y peyorativos. Proclamarse feminista en algunos contextos es fuente de suspicacia y la razón para ser colocada debajo de un microscopio moral. En 2014, la escritora Roxane Gay publicó su libro Mala feminista y puso en palabras lo que muchas mujeres sentimos. Qué es ser mujer no se responde de forma simple, porque somos muchos tipos de mujeres dentro de una misma causa. Mujeres de distinta raza, clase social, postura política, identidad de género.Roxane Gay enfatiza cómo la idea de que las feministas son mujeres enojadas con los hombres es una acusación simplista. La rabia colectiva ha sido una de las formas de darle voz a mujeres silenciadas, acosadas, violentadas. Se acusa a las feministas de pedir demasiado, de tener la autoestima demasiado alta y de querer ser iguales o superiores a los hombres.

Gay nos recuerda las luchas fundamentales: somos iguales a los hombres, merecemos el mismo sueldo por el mismo trabajo, tenemos derecho a movernos por el mundo sin ser acosadas o violentadas, tenemos derecho a tener acceso fácil al control de la natalidad y a los servicios reproductivos, también a decidir sobre nuestro cuerpo sin necesidad de controles legislativos o doctrinas religiosas, tenemos derecho al respeto.

Somos malas feministas porque como humanas estamos atravesadas por contradicciones. Nos gusta el reguetón aunque cosifique a las mujeres porque es música pegajosa y bailable. También las comedias románticas, aunque sepamos que el amor romántico es el opio de las mujeres. No es raro que busquemos la aprobación social y que a veces sigamos aspirando al estereotipo de belleza femenina. La estructura en la que hemos sido educadas hace de nuestras luchas temas colectivos y no sólo individuales. Amar nuestro cuerpo sin importar su forma y tamaño es un reto permanente. Algo que debilita al movimiento, dice Gay, es poner a las feministas más visibles en pedestales, pidiéndoles perfección como un camino seguro hacia la devaluación. Nadie es una representante perfecta de sus ideales. Dice Gay y me siento representada por sus palabras: “Prefiero ser una mala feminista que no feminista”. Gracias al feminismo, las mujeres hemos recuperado nuestra voz que fue silenciada durante siglos. Hoy sabemos que importamos y que merecemos respeto, justicia e igualdad.