Valeria Villa

Odiar. Perdonar

LA VIDA DE LAS EMOCIONES

Valeria Villa*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Valeria Villa
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Por:

El verano que mi madre tuvo los ojos verdes (Tatiana Tibuleac, Ed. Impedimenta, 2019), llegó a mis manos varios años después de haberse convertido en un gran éxito mundial.

A veces las cosas llegan cuando tienen que llegar y este libro me acompañó en mis días de descanso junto al mar. Empezar a leer una historia salvaje de odio y desprecio de un hijo hacia su madre, un relato sobre una enfermedad mental cuyo nombre tiene dieciséis letras, no parecía la compañía más ligera para las vacaciones, pero la potencia de la narración, lo vertiginoso del relato —Tibuleac ha dicho que la escribió en estado de trance en tan solo dos meses— hace imposible abandonarlo.

El libro atrapa, hipnotiza, carcome y sobre todo, duele. Cuánto sufrimiento hay en sus páginas, qué vida tan dolorosa y tan sin amor nos transmite Aleksy, el protagonista, que es un adolescente recién salido de una institución psiquiátrica, que pasará un verano inesperado al lado de su madre en un pueblo de Francia. Este joven odia, desprecia y desea la muerte de su madre, a quien describe como fea, tonta y torpe. Una mujer divorciada que no tiene más apoyo en la vida que su madre y ahora el de este hijo, enfermo mental, que tiene episodios de ira descontrolada en los que insulta, golpea y destruye todo a su paso. Más adelante entenderemos por qué. Su enfermedad es secundaria a un episodio traumático que cambió su vida y la de toda la familia y que convirtió a su madre en un fantasma, cuando él era un niño que necesitaba amor y contención.

Aleksy se va con su madre a una casa fantasmal en la campiña francesa y ahí comienza un viaje de redención para los dos. El adolescente que desprecia a su madre comienza a entenderla y gracias a una pastillas fantásticas que la madre le da (algún tipo de tranquilizante), logra deshacerse de los ataques y de las alucinaciones que lo han acompañado después del evento traumático.

El verano que mi madre tuvo los ojos verdes es una historia sobre el amor y el odio, sobre la pérdida, el abandono, la locura, el perdón y la sublimación del dolor. El adolescente que odia se convierte en un joven capaz de cuidar y de entender a una madre que tuvo que abandonar sus sueños de juventud por haberse embarazado muy joven de él. Los ojos de la madre son la inspiración para todas las metáforas amorosas que Aleksy logra elaborar.

Dos locos, dos raros, la pareja de la madre y el hijo, viviendo juntos un verano imposible. El hijo loco cuyo destino está marcado por la tragedia, que lleva consigo un talento único, aunque jamás pueda adaptarse al mundo de los normales. Una madre que pide perdón, que se libera del sufrimiento y que por primera vez ser permite disfrutar hasta de las cosas más simples.

Ésta es la clase de novela que no se puede soltar y es un recordatorio de que los libros no deben leerse por obligación sino por placer. Original, poética y emotiva, no se parece a ninguna otra que yo haya leído antes y es un relato sobre el perdón mucho más potente que cualquier libro de autoayuda.

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