Valeria Villa

Volver

LA VIDA DE LAS EMOCIONES

Valeria Villa *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Valeria Villa 
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Por:

Regresar, revivir, volver, recomenzar, retomar, volver a ilusionarse, planear un poquito, mirar al horizonte y verlo menos negro. Recobrar las ganas de salir, de ver a la gente aunque haya que manejar, buscar estacionamiento, conversar debajo del cubreboca, sabiendo que es mejor hacerlo a evitarlo.

También aceptar que tal vez perdiste la capacidad de salir a la calle sin angustia. Porque la casa te devoró y te convenciste de que no necesitas nada de allá afuera. Porque tu ropa se hizo vieja o se empolvó durante el encierro. Porque quizá ya no sabes arreglarte para un evento más formal como conocer en persona a la gente con la que estás trabajando de modo virtual desde hace más de un año. Miras a los otros con suspicacia: ¿Estarán vacunados? ¿Qué vacuna les habrá tocado? ¿Se cuidarán? ¿Serán un riesgo potencial de contagio? ¿Serán de los que creen que la pandemia la crearon las farmacéuticas para hacerse más millonarias de lo que ya eran? Éstas y otras preocupaciones son nuevas. Son nuevas las formas de vernos y encontrarnos con la gente que queremos. De lejos, nos decimos: te quiero mucho. Nos damos un abrazo con un número limitado de gente en la que confiamos, pero siempre queda la idea rumiante de si no nos habremos arriesgado al ir a esa comida aunque fuera al aire libre y con pocas personas. Todos los días leemos que el virus es rarísimo y que seguirá siendo impredecible mientras no haya vacunas para todos. Todos en el mundo. Parece imposible. Recientemente ponemos la esperanza en los tratamientos. Nos urge que haya una medicina como el Tamiflú, para ahora sí, en serio, retomar eso que se llama vida, que sigue enrarecida, paralizada, tomando vuelo con lentitud desesperante.

He invitado a mis pacientes ya vacunados a que regresen a la terapia presencial. Las respuestas me revelan que esta emergencia global nos cambió. Algunos lo pedían desde hace meses porque odiaban que nos viéramos en una pantalla. Otros volvieron con miedo. Para mí es un reencuentro en el que me siento como una principiante, nerviosa pero entusiasmada de ver el consultorio vivo otra vez. De sentir otra vez eso que llamamos sintonía en psicoterapia, que es la comunicación no verbal con los pacientes y que es incluso más importante que el discurso. Eso que se siente en el espacio protegido del consultorio y que no ocurre en ningún otro lugar. Sin embargo hay otros que no quieren volver porque llueve mucho por las tardes, porque está lejos y ya odian manejar o porque sus horarios cambiaron por completo. Venir a la consulta no es, para nada, lo más importante de esta resistencia a volver. Lo que preocupa es que para muchos ya no tiene sentido reunirse, salir, no quieren pisar la oficina nunca más y aunque hay muchas ganancias en el trabajo en casa, el deporte en casa, las clases de francés en casa, todo mediante una pantalla, también hay pérdidas importantes en la capacidad para conectarse con otros, vía el cuerpo, la mirada, la sonrisa, la calidez de las palabras, la elocuencia de los silencios, que en la pantalla son imposibles de sentir con toda su fuerza. Habrá que ganarle al miedo y recobrar la ilusión por salir, moverse, visitar a otros, cambiar los patrones de convivencia, ahora que sabemos mucho mejor cómo no contagiarnos. No sé si saldremos mejores o fortalecidos de esta experiencia de aislamiento que nos ha cambiado para siempre. Si sé que tenemos que volver.