Desigualdad y polarización: una historia de chairos y fifís

Desigualdad y polarización: una historia de chairos y fifís
Por:
  • juan_ramon_moreno

La desigualdad es uno de los problemas más viejos que México arrastra. Probablemente, hoy vivimos el nivel más bajo de desigualdad de nuestra historia, y aun así estamos entre los países más desiguales del mundo. No sorprende que con una pronunciada brecha en el ingreso nuestra sociedad se polarice, pero resulta indeseable que el nuevo proyecto político dominante promueva –y se alimente de– esa polarización.

La enorme desigualdad entre los mexicanos está bien documentada. En los reportajes “No somos iguales” (revista Chilango, Oxfam México, Periodismo CIDE, King’s College Londres) se exploran las brechas en los estilos de vida de los habitantes de la Ciudad de México (que pueden extrapolarse a la población nacional): mientras alguien del 10 por ciento más rico declara que si le regalaran mil pesos los gastaría en una cena y si le regalaran 10 mil se iría de fin de semana, alguien del 10 por ciento más pobre señala que con mil pesos compraría pollos para comer y no sabe qué haría con 10 mil pesos porque nunca ha visto tanto dinero junto.

En el artículo “¿Qué significa ser rico en un país de extrema desigualdad como México?” (Nexos), Alice Krozer explica que dentro del 1 por ciento más rico la diferencia en ingreso es particularmente grande (factor de 27 a 1): alguien con un patrimonio de 10 millones de dólares no se considera rico porque en ese mismo sector socioeconómico se aglomeran personas con patrimonios de entre 100 y 300 millones de dólares.

Más aún, en el mismo país en el que vive el séptimo hombre más rico del mundo (Forbes 2018), sólo una de cada cinco personas es no pobre y no vulnerable (Coneval 2018 con datos de 2016).

Las contradicciones económicas de nuestra sociedad fueron campo de cultivo ideal para la polarización durante las pasadas campañas. Si bien el antagonismo entre ricos y pobres está presente en cualquier sociedad, en México tomó un papel renovado desde hace unos meses. La clasificación de chairos y fifís es una manera elocuente de reclamar (y rechazar) un estilo de vida alejado del propio: aunque se pretenda justificar con elementos ideológicos o de preferencia política, las diferencias primordiales que cada grupo ve en su contraparte están fuertemente relacionadas con el ingreso.

El problema con la polarización es que puede escalar y provocar conflictos sociales más graves. Los líderes de la 4T construyeron de manera impecable un discurso en torno a la desigualdad que en buena medida los ayudó a ganar las mayorías que hoy ostentan. Pasada (y ganada) la elección, es un buen momento para que dejen de alimentar la polarización. Gobernar (y corregir las contradicciones que acusaron) no requiere prolongar la historia del pleito entre chairos y fifís.