Educación a distancia, enorme desafío

Educación a distancia, enorme desafío
Por:
  • eduardon-columnista

Al Meño, a un año de partir plaza

en otro ruedo, con otro público.

A Maru Maru, por los buenos recuerdos

con el Meño…y por este día.

La presente contingencia sanitaria ha obligado que muchas actividades cotidianas tengan que cancelarse, suspenderse o modificarse de manera drástica para poderlas adaptar —en la medida de lo posible— a una dinámica que permita llevarlas a cabo a distancia. Pero resulta imposible migrar todos los aspectos de la vida, como la conocemos, a una modalidad remota, pues muchos de ellos, por su propia naturaleza, requieren del contacto directo entre personas.

Ante la llegada del covid-19 a nuestro país, la primera actividad primordial que de manera oficial quedó suspendida fue la impartición de clases, pues de mantener las actividades presenciales se incurriría, inevitablemente, en un mayor número de contagios. Con el paso de las semanas se modificó el calendario escolar y se adoptó la impartición de educación a distancia, en mayor o menor medida. Esto ha resultado un verdadero reto para las autoridades educativas, instituciones de educación de todos los niveles —tanto públicas como privadas—, docentes, alumnos y padres de familia, pues si bien existen programas especialmente diseñados para impartirse de manera virtual, no todos los niveles educativos, ni la población objetivo, lo posibilitan.

Lo delicado del asunto es que, aunado al enorme reto que implican estas condiciones atípicas para todos los que de alguna manera están involucrados en el proceso de impartir o recibir educación, las dificultades y limitaciones se incrementan de forma abismal en función del nivel educativo que se trate y, por supuesto, de si el programa corresponde al sistema público o al privado. De manera general, la educación pública presenta los mayores obstáculos, pues la capacidad para migrar los programas educativos a una modalidad remota mucho depende de la infraestructura tecnológica disponible en cada uno de los planteles y del acceso del estudiantado a una computadora con conexión a Internet de calidad, entre muchos otros aspectos que dificultan esta labor.

Al punto anterior habría que agregar, de manera general, la familiarización del personal docente con el uso de las plataformas que les permitan impartir los cursos de forma virtual. Y ni qué decir de la población objetivo, pues no es lo mismo que del otro lado de la pantalla se encuentre alumnado universitario, que —por el contrario— se trate de infantes de preescolar o primaria, lo cual, sin lugar a dudas, requiere del acompañamiento de un adulto.

En pocas palabras, ya sea por motivos técnicos o sociales, la amplia mayoría de estudiantes se encuentra excluida de cualquier posibilidad de concluir de manera satisfactoria el ciclo escolar. Con todo, la prioridad, todavía, es conservar la salud y evitar más muertes por contagio, a pesar del panorama gris que se vislumbra para docentes y alumnos para lo que resta del año. Tarde que temprano, esta situación no será más que un no muy grato recuerdo del momento en que, por motivos de salud, nos vimos obligados a quedarnos en casa.