En el día tras día (24) (Balones y sandías)

En el día tras día (24) (Balones y sandías)
Por:
  • javier_solorzano_zinser

Por lo que se aprecia e interpreta pareciera que el equipo del Presidente ha perdido fuerza, si es que en la práctica la llegó a tener, para establecer puntos de vista diferentes o paralelos a los del mandatario.

Ya estamos a nada, de no ser que ya estemos, en el síndrome del sometimiento de cuando el Presidente pregunta la hora terminen por contestarle “la que usted diga”.

Si López Obrador no busca interlocutores para tomar decisiones es obligación de su equipo más cercano hacerse valer. Gobernar es un acto colectivo que tiene diferentes instancias y pasos sin dejar de reconocer que hay una cabeza, la cual fue electa con toda la fuerza y legitimidad posible.

Sin embargo, el Presidente, presumimos, formó un equipo no para que lo avale o para que le diga a todo que sí. Si éste está siendo su papel y función el primer perjudicado al paso del tiempo va a ser el propio Presidente.

Los referentes son los que coadyuvan y permiten tener una mirada plural de las cosas y son, en el caso de que sean parte del equipo de Gobierno, quienes están obligados a plantear los problemas y las miradas múltiples para abordarlos, independientemente de lo que quiera y piense “el jefe”.

Algunos asuntos, problemas, exigen tomar decisiones inmediatas, pero, a pesar de ello, requieren de una pausa que permita soluciones de largo alcance y no sólo tapar o resolver momentáneamente las cosas.

Bajo la actual coyuntura, el Presidente requiere de un rebote sistemático de ideas, si esto no sucede por las razones que se quiera, entre otras causas podría estar la naturaleza misma de López Obrador, es obligación de su equipo hacerle ver y valer todo tipo de opciones, se supone que para eso y para muchas otras cosas más están.

La legitimidad que tiene el tabasqueño le da una capacidad de maniobra mayúscula. No es un personaje que le tiemble la mano o algo parecido, podrá equivocarse, pero toma decisiones como pocos. Sin embargo, debe considerar que al hacerlo debe tener un sustento real producto de intercambio de opiniones y saberes que lo fortalezca en todos los terrenos y aún más en su legitimidad. No todo puede seguir por los terrenos de las consultas, las cuales, suponemos, hasta él sabe que son insuficientes en fondo y forma.

La naturaleza misma del ejercicio del poder lleva en muchas ocasiones al aislamiento y soledad, el desgaste es inevitable. López Obrador es un Presidente que como pocos concentra el poder, es muy probable en su larga experiencia política se haya dado cuenta de cómo los entornos se van apoderando de las más importantes decisiones y cómo los gobiernos se diluyen y van padeciendo la corrupción, elemento fundamental para el Presidente en el espíritu y definición de su Gobierno.

López Obrador no quiere que se le pase nada, puede ser por desconfiado pero también porque sabe bien lo que puede pasar en su entorno, pero va a tener tarde que temprano que abrir sus espacios para que quienes están en su círculo inmediato sean considerados en serio en sus decisiones.

Una de las excepciones parece ser Marcelo Ebrard. Todo indica que es el personaje en quien más confía el Presidente, no es casual que con cierta ironía se diga que es el vicepresidente. Se ha convertido, por lo que se ve, en un interlocutor estratégico, confiable que se hace valer.

El canciller es un hombre sensible y tiene como una de sus grandes virtudes saber, como pocos, construir puentes. Entiende que la política es convivir en medio de diferencias y no confrontar todos los escenarios, como ha venido dándose.

Para decirlo en términos futboleros el Presidente, deporte del cual no es muy empático, tiene que pasar el balón. No hacerlo lo aísla, la clave está en si su equipo le regresa balones o sandías, pero como sea tiene que pasar la pelota.

RESQUICIOS.

No hay que esperar al día después. Desde ya se van empezar a ver los efectos entre los trabajadores del Gobierno, por el confuso decreto presidencial de austeridad.