Brexit: relevancia política e histórica

Brexit: relevancia política e histórica
Por:
  • horaciov-columnista

Desde la caída del Muro de Berlín, probablemente ningún acontecimiento político en Europa haya sido tan relevante como lo ocurrido el pasado viernes. Por supuesto, en el viejo continente han pasado cosas de la mayor relevancia desde entonces, como la Guerra de los Balcanes, distintos atentados terroristas o las migraciones, por citar algunos ejemplos rápidos.

Pero políticamente, la formalización de la salida del Reino Unido de la Unión Europea (UE), tras 47 años de pertenencia, es el acontecimiento de mayor trascendencia de las últimas décadas. Mientras diversos países periféricos de la región han solicitado y logrado su ingreso a la UE para sumarse a los Estados fundadores, a contrario sensu el Reino Unido es el primero en renunciar a tan selecta membresía.

Como en cualquier divorcio, no hay mucho que celebrar. Sin duda alguna, las últimas elecciones británicas dieron el claro mandato de terminar con el impasse catastrófico de más de tres años transcurridos sin lograr un acuerdo para aplicar la decisión tomada por una cerrada mayoría de británicos, en junio de 2016: la salida del Reino Unido de Europa. Así, esta generación de electores y políticos conservadores británicos borran los acuerdos alcanzados por el amplio espectro político, que en 1973 dio al primer ministro, Edward Heath, el mandato para asistir a Bruselas, junto con sus antecesores, Alec Douglas-Home y Harold Macmillan, para atestiguar por todo lo alto el ingreso del Reino Unido a la entonces Comunidad Europea.

Como todo Estado, el Reino Unido ha visto por sus intereses. Con el término de la Segunda Guerra Mundial, y tras resignarse a dejar de ser el imperio más poderoso (aún en el siglo XX), apostó por tener un papel protagónico en la Alianza Atlántica y en el desarrollo comunitario europeo. Con el cambio de siglo y, sobre todo, a partir de la crisis económica que explotó en 2008, se apreció un importante crecimiento de movimientos populistas euroescépticos —o incluso, eurofóbicos—, abanderando el discurso de que todos los males de la antigua gran potencia se debían al intervencionismo comunitario, la burocracia europea y los enormes cheques para Bruselas. Aunque luego se probó que divulgaban mentiras y exageraciones; así fue como ganaron el referéndum en mala hora, convocado por el infausto David Cameron. Ahora tendrán que hacerse responsables ante el más que probable fracaso de la llegada del edén aislacionista.

El 31 de enero fue una fecha simbólica. En realidad, pocos son los cambios sustantivos. Viene una etapa de transición con fechas clave en el calendario, como la definición de mantener como fecha límite de separación el 31 de diciembre de 2020; o la extensión hasta por dos años del acuerdo de transición. Sin duda alguna, uno de los principales desafíos que tendrá que enfrentar el gobierno de Boris Johnson —empecinado en una agenda de acuerdos mínimos con Bruselas— es la previsible agenda separatista: una Escocia que es desvinculada de la Unión Europea contra su voluntad, el posible resurgimiento de tensiones con la República de Irlanda o las disputas territoriales por el peñón de Gibraltar, donde la UE apoyará las pretensiones de Madrid.