Los chicos de la banda

Los chicos de la banda
Por:
  • jacqueline tapia

El arte es aquello que nos hace sentir y pensar. Que embellece o que es grotesco. O que es bello y grotesco. Pero no olvidemos que también, el arte es comunicación. Transmite. Nos habla y nosotras las personas, respondemos.

La semana pasada nos invitaron la representación teatral Los chicos de la banda. Obra que nos narra lo que sucede una noche en Nueva York en los años 70, en el apartamento de Michael, quien invita a sus amigos a celebrar el cumpleaños de Harold.

Prometo no revelar nada de la historia, pues vale mucho la pena experimentarla ahí mismo. Pero les comparto dos reflexiones a partir de recordar que las diferencias siempre han existido y que éstas enriquecen a las sociedades. El problema es que la diferencia se jerarquiza al pensar que unas son más que otras. Y eso excluye, relega y separa. Nos separa tanto, que la realidad de unos es fantasía de otros. Las historias de unas son cuentos de otras.

Primero, mi querido amigo Luis me comentaba que hace poco se dio cuenta de que las personas homosexuales recurren a preguntar en la primera cita si la familia de la otra persona está de acuerdo con su existencia; para ellas es rutinario. Si, así como preguntamos a qué te dedicas, cuántos años tienes, también preguntamos si nuestra familia nos considera dignas. Y entonces, una historia como la que vi en el teatro tiene sentido. Hombres homosexuales que han pagado el precio por existir. Que viven vidas comunes, fiestas de cumpleaños comunes y, al mismo tiempo, una llamada del pasado, de aquel pasado que no sabe de esta existencia, puede derrumbarlo todo.

La segunda reflexión me vino a la mente, ya que la obra ocurre en la década de los 70, cuando la música disco resonaba en todos los rincones de la vida nocturna y cuando la revolución sexual permitía un aire de cierta libertad homosexual. Hasta que aparece una de las crisis de salud más devastadoras que hemos presenciado: la pandemia del VIH. Es a partir de este parteaguas que la narrativa social, histórica y hasta artística dio un giro de 180 grados. Mientras que en Los chicos de la banda se explora lo que significa envejecer siendo homosexual, años más tarde se exploraría cómo no desaparecer a toda una población. El desdén y silencio de las autoridades, al no querer atender la crisis, las pocas investigaciones médicas y la discriminación acabaron arrebatándole la vejez a toda una generación.

Hoy, las personas homosexuales no tienen que  morirán por VIH; existe información para su protección y un sistema de salud que responde, como la Clínica Condesa en la CDMX. Sin embargo, aún hay una sociedad y familias que destierran a sus hijas o sus hijos, porque no están de acuerdo; como si esto fuera un tema de acuerdos.

Nos toca reflexionar con todos los nuevos retos que el presente y futuro nos presentan. ¿Cómo atendemos a quienes sobrevivieron a esa crisis? ¿A ésos que tuvieron que dejar su lucha de integración social por una lucha de vida o muerte? Y cómo esta nueva generación envejecerá.