El día de ayer Benjamín Netanyahu, el mago de la política, el líder invencible, sufrió tal vez la derrota más grande de su carrera, una derrota que le puede significar incluso la cárcel.
Bibi, con el fantasma de tres investigaciones por corrupción y tráfico de influencias, fue incapaz de formar una coalición y a sólo un mes de iniciada la Knesset, Israel irá a nuevas elecciones en septiembre de este año.
Hace tan sólo unos días, ni siquiera el más audaz analista político se hubiera atrevido a presagiar el fracaso de Bibi. Con su mejor resultado al frente del Likud (35 mandatos) y con una mayoría de 65 contra 55 para el bloque de la derecha y los partidos religiosos, parecía cuestión de horas para que Bibi, con un par de concesiones más aquí y allá, lograra formar un gobierno cuya principal tarea sería darle inmunidad ante la justicia.
El motivo por el cual Avigdor Liberman, líder de un partido secular ultranacionalista de 5 mandatos, decidió no unirse a la coalición, fue la negativa de los partidos religiosos a aceptar una ley que los obligaría a ir al Ejército.
Liberman ha tratado de construir su figura política como el defensor de los seculares en contra del avance del poder de los ultra ortodoxos en el país. Sin embargo, esto parece más bien una excusa que esconde motivos más profundos.
Desde que abandonara el Likud, Liberman ha sido un enemigo acérrimo de Netanyahu desde la ultraderecha, y muchos sugieren que la ley del reclutamiento fue sólo un pretexto para acabar de una vez por todas con Bibi.
Netanyahu sabe que de no promulgarse la ley de inmunidad, lo espera un juicio del que tiene pocas posibilidades de salir airoso, por esto, en un intento desesperado de salvar su pellejo, llegó hasta el límite de ofrecerle al Partido Laborista (la izquierda histórica) los ministerios de Seguridad y Leyes para unirse a la coalición.
Sin embargo, la izquierda sionista rechazó de inmediato la oferta. Según la ley israelí, el presidente podría haberle entonces otorgado el mandato a otro miembro del parlamento para intentar formar una coalición.
Netanyahu, asustado de muerte por esta posibilidad, obligó a su propio partido y a sus partidos aliados a votar rápidamente para disolver al Parlamento e ir a nuevas elecciones. Esta será, ahora sí, la última oportunidad de Netanyahu.
En su campaña intentará tachar a Liberman, uno de los personajes más a la derecha en la historia de Israel, de izquierdista que conspiró en su contra, para así tratar de arrebatarle algunos votos. Sin embargo, esta vez Bibi entra en campaña electoral como un perdedor que fue incapaz de formar un gobierno, y para muchos en la derecha queda claro que más que un activo, Netanyahu se está convirtiendo en una carga.
Cuando comenzaron las investigaciones en su contra, muchos predijeron que Netanyahu no dudaría en tomar cualquier decisión que lo pudiese ayudar a escapar, sin importar las consecuencias; sin embargo Bibi ha llegado a tal extremo que acaba de disolver un Parlamento de tan sólo un mes de edad para tratar de salvarse, y es que, como creyeran ya otros en la historia, Netanyahu cree que el Estado es él. En septiembre los votantes decidirán.

