Las barrancas del sur y poniente de la Ciudad de México son vitales para alimentar los acuíferos que proveen seis de cada 10 litros de agua potable consumidos en la capital, de acuerdo con la Secretaría de Gestión Integral del Agua (Segiagua), pero su papel como “esponja” natural está en riesgo por la expansión de asentamientos irregulares y el mal manejo de residuos.
El investigador de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) especializado en procesos de urbanización y su vínculo con las barrancas, Enrique Pérez Campuzano, advirtió que la degradación avanza de manera sostenida en las quebradas capitalinas.
- El Dato: Las 26 barrancas decretadas como Áreas de Valor Ambiental están en las alcaldías Magdalena Contreras, Cuajimalpa, Álvaro Obregón, Tlalpan y Miguel Hidalgo.
“Todos esos elementos como plásticos, residuos de construcción, escombros o aceites hacen que este sistema de captación no funcione de manera correcta, porque las barrancas en particular son como esponjas que infiltran muchísima agua a los acuíferos de donde viene el grueso de nuestra agua, junto con los bosques”, afirmó a La Razón.

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El deterioro ya se refleja en los datos oficiales, pues la Segiagua informó vía transparencia a este diario que, entre 2020 y 2024, la ciudad redujo la extracción de agua de los acuíferos de 20 mil 636 a 19 mil 95 litros por segundo, una caída de mil 541 litros por segundo.
Aun así, Pérez Campuzano matizó que “todavía falta tiempo para que la situación sea más grave”, aunque reconoció que la tendencia de la problemática continuará a pesar de las campañas de limpieza, pues éstas no atacan el problema de forma completa.
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- 519 asentamientos irregulares de la ciudad tienen riesgo de deslaves de laderas
Parte del deterioro, lo atribuyó el especialista, a los asentamientos irregulares, tanto de alto como de bajo valor, construidos por décadas sobre las laderas, sin criterios ambientales ni supervisión.
Estas construcciones, afirma, dañan la permeabilidad del suelo y alteran el ciclo natural de infiltración del agua. Además, “en muchos de estos espacios no existe infraestructura para manejar residuos ni drenaje formal”, lo que aumenta la contaminación y el riesgo de colapsos.
Los asentamientos más precarizados enfrentan los mayores problemas de recolección de basura, pues los camiones de limpia no pueden circular por calles empinadas o sin pavimentar.
“Los camiones de basura no entran a estas zonas irregulares, y eso provoca que los residuos se acumulen en callejones y laderas; cuando llueve, todo ese material termina arrastrado a las barrancas. Tampoco se ha pensado en utilizar camiones de menor tonelaje que sí puedan acceder a estos asentamientos”, apuntó el investigador.
En el más reciente estudio “Asentamientos Humanos Irregulares: Diagnóstico, prospectiva y estrategia de atención integral”, del Instituto de Planeación Democrática y Prospectiva, en la capital había 859 asentamientos irregulares, de los cuales 308 estaban en Xochimilco y 186, en Tlalpan.
La autoridad además precisó que 519 del total de asentamientos irregulares tienen riesgos de deslizamientos de laderas y el resto, de inundaciones, incendios y hundimientos.
De acuerdo con Pérez Campuzano, “no hay una sola barranca que no necesite atención”. Ninguna de las 26 barrancas de la Ciudad de México está libre de contaminantes sólidos, acuosos o grasos.
Los programas de limpieza, añadió, sólo retiran lo visible —plásticos o basura superficial—, pero no eliminan las grasas ni los metales pesados liberados por residuos electrónicos como impresoras, computadoras, teléfonos o pilas.
“Hemos encontrado muchas pilas en barrancas y la propia degradación de éstas contamina el suelo y después el agua, dejando atrás metales pesados como litio”, denunció.
El programa de limpieza de barrancas del Gobierno de la Ciudad de México establece que, para el 31 de diciembre de este año, las 26 principales barrancas locales estén completamente libres de basura. Hasta el momento, la autoridad no ha entregado un informe sobre los avances de este proyecto, que comenzó el 9 de agosto.
Este plan, que abarca del año 2025 a 2030, no sólo contempla la limpieza de las barrancas, sino también su saneamiento, revegetación y vigilancia permanente. Aunque la filtración natural impide que esos metales lleguen al acuífero, sí contaminan el suelo de barrancas y bosques.
Para el investigador, la capital sigue anclada a un modelo de grandes centros de transferencia cuando debería migrar a un sistema descentralizado, con pequeñas y medianas plantas que procesen los residuos cerca de donde se generan.
“Negamos que producimos basura y no la queremos cerca. Así, cualquier proyecto de gestión de mediana escala enfrenta resistencia social”, dijo.
Esto deriva en enormes cantidades de residuos —especialmente orgánicos— mal manejados, que generan lixiviados (líquidos tóxicos) y afectan directamente a las barrancas, que funcionan como corredores del agua de lluvia.
Los residuos orgánicos huelen mal, porque no se procesan correctamente; los inorgánicos —cartón, PET, vidrio, plásticos, madera, electrónicos— ocupan tanto volumen que el sistema actual no es capaz de separarlos ni aprovecharlos. Para el experto, la ciudad requiere al menos cinco o seis categorías de separación, no sólo las tres vigentes.
Pérez Campuzano aclaró que, pese a la contaminación superficial, las barrancas aún filtran agua de manera efectiva, pero, alertó, todo el recurso, incluso el de lluvia captado, requiere potabilización. “La filtración sucede sola, pero la potabilización nunca puede omitirse”, mencionó.
El riesgo mayor es perder la capacidad de infiltración. Si continúa la urbanización sin control y el depósito de residuos, las barrancas podrían dejar de absorber agua como antes.


