A esta edad

A esta edad
Por:
  • larazon

Carmen Amescua

 Ya no quiero seguir cumpliendo años.— me dijo una amiga con profunda angustia existencial.

—Yo tampoco— le contesté. Pero como las dos cumplimos la misma edad, casi en la misma fecha nos consolamos mutuamente.

Una vez que llegan los cuarenta, sálvese quien pueda. Cada vez que termina una vuelta más al sol nuestra innegable condición de simples mortales aparece despiadada. Sí, después de los cuarenta llega uno a la mitad de la vida, a no ser que tengamos planeado vivir hasta los 104 años en calidad de momias. Sin embargo, si capitalizamos tanto las malas experiencias como las buenas podemos deslizarnos hacia el final con dignidad y gracia. Porque finalmente eso es lo que uno teme cuando envejece; perder entre otras cosas la dignidad y la gracia. Pensamientos como “un día yo también estaré muerto” son inevitables, pero la manera como vivamos mientras ese momento llegue es lo que cuenta.

A esta edad uno sabe que los dichos populares no siempre son ciertos. Por ejemplo, éste: “la gente nunca cambia”. La gente sí cambia, incluso puede vivir grandes transformaciones. Podemos creer en ella porque de eso están hechos los testimonios de AA y las más alentadoras esperanzas. Pero también es cierto que el cambio es posible solamente a base de fuerza, voluntad y trabajo del propio interesado. Más vale tenerlo claro para no andar rescatando Fionas o sapos que nunca se transformarán en princesas o príncipes. Esto aplica también para situaciones laborales o familiares.

Uno aprende que los amigos cultivados en esta edad difícilmente llegan a ser tan profundos como los que nos han acompañado a lo largo de la vida. Pero no por ello menos importantes. La familia de origen o la que formamos puede ser o no la que soñamos, pero salvo algunas experiencias imperdonables vale la pena conservarla. Porque al final podemos caer en el mismo infierno pero con diferente diablo.

Después de los cuarenta el tiempo camina más rápido, por eso más vale no perderlo. El cuerpo no aguanta lo mismo, pero agradece más cuando se le cuida. Estar bien hasta los treinta y nueve es una obligación pero después de los cuarenta, cincuenta o sesenta es una virtud que se debe ganar cada día. La dieta se vuelve parte fundamental para alejar la enfermedad y mantener la salud. El ejercicio es el mejor suplente del prozac; el yoga, de la falta de flexibilidad; y el sentido del humor, de un buen tequila si la gastritis nos arruina el plan.

Llegar a esta edad implica empezar a valorar el tiempo para hacer lo que no hemos hecho y dejar por la paz los rencores pasados, los atores futuros y el deber ser. A esta edad lo mejor es amanecer sabiendo que sólo de ti dependen vivir lo mejor posible las décadas que la vida te regale por delante.

Dedicado a los que cumplieron cuarenta, cincuenta, sesenta y van por más…

camescua7@hotmail.com

Twitter: @Carmen_Amescua