Cuando se abre la puerta a los narcos

Cuando se abre la puerta a los narcos
Por:
  • julian_andrade

Los narcotraficantes, por regla general, lo que quieren es hacer negocios, ganar dinero. Hay una franja, pequeña pero peligrosa, a la que le interesa el poder político. Pablo Escobar Gaviria fue uno de ellos, e inclusive llegó a ser legislador.

En Colombia hay investigaciones periodísticas y judiciales sobre el 30dinero de las drogas en la política. Los barones del crimen apostaron fuerte y las consecuencias de ello todavía se resienten.

Por fortuna, la solidez de la democracia colombiana y sus instituciones, han permitido sortear estos riesgos, aunque con costos altísimos y entre ellos los de varios aspirantes presidenciales muertos.

Entre finales de los ochenta y principios de los noventa fueron asesinados los integrantes de la Unión Patriótica, Jaime Pardo Leal y Bernardo Jaramillo Ossa, querían ser presidentes y los cocieron a balazos.

Igual suerte sufrió Luis Carlos Galán, abanderado del Partido Liberal y uno de los políticos con mayor arraigo y futuro. Lo asesinaron en un mitin, por órdenes del líder del cártel de Medellín.

A Carlos Pizarro, el exguerrillero que encabezaba la Alianza Democrática M19, le vaciaron el cartucho de una subametralladora en la cabina de un avión comercial.

La mezcla de paramilitares y narcotraficantes sumergió a Colombia en un periodo oscuro.

En México, la relación de los narcotraficantes y la política se expresa en los acuerdos de protección y en el financiamiento de campañas municipales, a cambio de puestos en las secretarías de seguridad y en áreas policiales.

Hasta ahora, los acuerdos se mantienen en esas esferas y están relacionados con el funcionamiento de los mercados ilícitos. Esto es, son consecuencia de necesidades logísticas y no tanto de proyectos de largo alcance.

Quizá sólo en Michoacán hubo un espectro más grande en las relaciones y por ello hay un exgobernador tras las rejas, acusado de delincuencia organizada.

Ahora bien, nadie puede descartar que las relaciones entre poderes locales y delincuentes evolucionen y que puedan optar por patrones de relación más sólidos.

Por ello, entre otras cosas, es irresponsable el alentar encuentros y pactos con quienes tienen carreras delictivas bastante sólidas.

Siempre hay pretextos para hacerlo, pero las consecuencias pueden ser muy graves para la gobernabilidad. Hace unas semanas campesinos impidieron la destrucción de plantíos de amapola en la montaña, en Guerrero, ya que insistían en que era su única forma de subsistencia.

Sin duda se requiere de alternativas económicas y de enfoques distintos de desarrollo en las zonas de producción y de trasiego, pero no será por voluntad y respaldo de los narcotraficantes, quienes lo último que quieren es que las comunidades campesinas prosperen.

Nada bueno vendrá de empoderar delincuentes y, al contario, se abrirá una puerta que después puede ser muy difícil de cerrar, como enseñan la experiencia y la memoria.