El lugar de ETA

El lugar de ETA
Por:
  • larazon

Beatriz Martínez de Murguía

Hay algo intrínsecamente repugnante en la sonrisa de quien ha asesinado a veinticuatro personas, y no habiendo manifestado arrepentimiento alguno queda libre con la suficiente buena salud y los suficientes años por delante para disfrutar de una vida que negó a tantos otros.

Una sonrisa que repugna no sólo porque a partir de ahora sus víctimas podrán toparse en la calle o en el autobús con quien truncó sus vidas de manera tan irreparable, sino también porque como señalaba hace unos días Fernando Savater, en un artículo publicado en El País el viernes 25 de octubre, para que una persona pueda tenerse por rehabilitada debe aceptar, en primer lugar, la responsabilidad penal que le corresponde por sus crímenes y no airearse como preso político, o, lo que es lo mismo aunque no igual, arrepentirse del daño causado.

Es el caso de la terrorista Inés del Río, excarcelada la semana pasada y fotografiada con una sonrisa en la boca después de que el Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH), resolviera a su favor un recurso contra la famosa “Doctrina Parot”, que modificaba retroactivamente los criterios a partir de los cuales se aplicarían los beneficios penitenciarios de quienes habrían cometido graves delitos, terroristas, violadores... Sin entrar en el fondo jurídico del asunto, puesto que mi desconocimiento sobre la materia me impide tener una opinión propia, fundamentada, y porque creo en el imperio de la ley, también cuando disgusta (esa ley, precisamente, que los terroristas de ETA conculcaron durante décadas, pero a la que apelan cuando les conviene), hay, sin embargo, otras consideraciones posibles al respecto que no son baladíes. En primer lugar, las gravísimas omisiones en que incurrieron los socialistas españoles (véase, para cualquier duda, el artículo de Javier Zarzalejos, “No es por señalar”, publicado en El Correo el domingo pasado) al negarse en varias ocasiones a legislar en favor del cumplimiento íntegro de las penas por parte de los terroristas, y sobre las que alguien debería dar cuenta, y, en segundo lugar, no menos importante, el delirio constante e implacable en que se mueve siempre el mundo radical vasco, que interpreta como una victoria política propia lo que es, en realidad, una reafirmación de todo aquello que buscaron destruir con sus crímenes y extorsiones: el respeto a las garantías individuales, aunque no se lo merezcan.

Es posible que la sentencia del TEDH tenga como consecuencia la excarcelación de sesenta terroristas de ETA, muchos de ellos con varias condenas sobre sus espaldas, de las que sólo habrán cumplido una parte de la primera. Eso sí, saldrán en compañía de varios violadores y pederastas, para los cuales la Doctrina Parot también quedaría sin efecto. Ésa es su compañía, el lugar al que pertenecen, nada para celebrar a bombo y platillo en la plaza del pueblo. Y lo saben.