El país de los horrores

El país de los horrores
Por:
  • larazon

Beatriz Martínez de Murguía

Hacía muchos años, casi treinta, que no bajaba al sur, a la Costa del Sol, también llamada por la propaganda oficial Costa del Golf, pero que bien podría conocerse como Costa de los Horrores. Los reportajes, en televisión, Internet y prensa escrita, sobre los despropósitos urbanísticos de las últimas décadas en España son abundantes y minuciosos.

Circula incluso en la red, para quien sienta interés en ello, un “Mapa de los horrores urbanísticos en España” que no tiene desperdicio: basta con pulsar al azar y tan sólo unos cuantos de los cientos de banderines interactivos desperdigados a todo lo largo y ancho de la península para llevarse las manos a la cabeza.

No sólo reflejan las obras delirantes e inútiles, contabilizadas en cientos y miles de millones de euros y repartidas de norte a sur y de este a oeste, sino también la impunidad con que ayuntamientos y empresas se conchabaron para destruir de manera irreversible un litoral que al menos en lo que nos queda de vida a los mortales testigos de la barbarie nunca volveremos a ver restaurado, ni siquiera ligeramente mejorado. Sólo la demolición directa y sin escrúpulos de algunos de sus ejemplos más horrorosos ofrecería alguna esperanza.

Pero ni el mapa más exacto sobre el cúmulo de dislates cometidos durante la España del delirio en las costas españolas, permite hacerse una idea precisa del espanto. Hay que verlo en vivo y en directo y, si el ánimo lo aguanta, con parsimonia. Espantosos edificios, peleados entre sí por la ausencia de orden y de equilibrio del conjunto, se apiñan a lo largo de decenas de kilómetros y se extienden tierra adentro entremezclados con otros anunciados como “edificios de lujo” y con nombres poco convincentes si se atiende a su ubicación, inclinados sobre la carretera: playa beach, ocean beach, oasis beach... Los únicos espacios libres de construcción son cañadas, donde la furia inmobiliaria no pudo llegar por la orografía del terreno o, siendo realistas, el estallido de la crisis.

El informe Destrucción a toda Costa 2013 que hace unas semanas dio a conocer Greenpeace, pone números al desastre: entre 1987 y 2005, es decir, en tan sólo dieciocho años, se destruyeron diariamente dos hectáreas de tierra costera, lo que equivale a dos campos de fútbol. Las imágenes vía satélite, a partir de las cuales se elaboró el mencionado documento, muestran que en esos años se urbanizó el 23% de la costa española, entendiendo por ello los primeros quinientos metros desde el litoral hacia tierra adentro.

Es parte de la mala imagen que arrastra el país y que va a costar mucho sacudirse de encima: la improvisación y falta de gobierno, el desprecio por el futuro e incluso por el sentido común, la pasión por el “aquí te pillo, aquí te mato”.