Entre tamales y el niño Dios

Entre tamales y el niño Dios
Por:
  • larazon

Carmen Amescua

Cuando me enteré que el domingo pasado (día de la Candelaria) habría una exposición de 370 modelos de tamales, le llame corriendo a mi amiga Claudia. Ella es fotógrafa, se me hizo ideal el plan.

Yo husmearía desde el punto de vista gastronómico/nutricional las múltiples variedades mientras ella les sacaría fotos. Me imaginé como en un museo, caminando lentamente para contemplar desde todos los ángulos posibles a estos pequeños monumentos de masa, manteca y relleno. Visualicé a Claudia con su lente gran angular haciendo tomas extraordinarias.

Algo así como en el gourmet.com. ¡Ajá! El show fue en el jardín Hidalgo de Coyoacán. Estuvo muy anunciada la participación de Colombia, Guatemala, Chile, Honduras, Nicaragua, Panamá, Bolivia y 10 estados de México.

En cuanto llegamos vimos una carpa blanca e inmensa junto a la Catedral y una fila de gente que se movía como una víbora gigante.

—¿No me digas que esta fila es para entrar a los tamales?— me dijo Claudia con cara de espanto pero sin perder ese aire muy cool que la caracteriza.

No —le dije— esta fila es para subirte al trenecito turístico y la de más allá para pasar a bendecir a tu Niño Dios. La entrada a los tamales está tranquila...

La tranquilidad consistió en entrar junto con cientos de personas a las que se les ocurrió llegar a la misma hora. Todos intentaban averiguar en dónde estaban los tamales de hormigas chicatanas, los de pétalos de rosa, los Colombianos de pato, o los Chiapanecos hechos con aceitunas, ciruelas, pasitas, almendras, pimiento morrón, plátano y huevo cocido.

Todos íbamos caminando en una larga fila en la que poco se podía ver.

Mientras Claudia con su 1.78 tenía vista panorámica yo pegaba de saltitos tratando de enterarme qué vendía cada quien. Media hora después aquella carpa se convirtió en una tamalera humana gigante, entre el calor de los puestos, la gente y el sol. Eso sí, cada tamal con ojos traíamos una envoltura diferente que sin duda superó las 370 variedades anunciadas.

En medio de la multitud aterrizamos en uno de tantos puestos. Ahí nos comimos uno de cochinita pibil con cebollitas moradas y chile habanero, y otro de chicharrón bañado de mole con queso rallado. Aleta la hija de Claudia consiguió uno guatemalteco de anís delicioso mismo que por pura gula me llevé “para después”.

Como era imposible probar, comer o ver mucho más me dedique (sin pena alguna) a fotografiar con mi IPhone los tamales ajenos. El más atractivo visualmente fue uno que traía incrustados chapulines muy rojos y muy brillantes. Yo ni loca me lo hubiera comido pero la foto quedo preciosa. Vistos desde afuera todos parecían iguales pero los rellenos eran bastante exóticos: conejo, gusanos de maguey, colorines, arándano, mole de guajolote y mixiotes.

Conclusión: salimos encantadas pero el próximo año nos vamos más temprano.

camescua7@hotmail.com

Twitter: @Carmen_Amescua