Iguala, los peritos argentinos y Ricardo Raphael

Iguala, los peritos argentinos y Ricardo Raphael
Por:
  • larazon

Gerardo De la Concha

El día de ayer, Ricardo Raphael publica en El Universal un artículo con el propósito de desacreditar a La Razón por exponer datos y argumentos que avalan la versión de la PGR en el caso de los 43 normalistas de Ayotzinapa, desaparecidos en Iguala.

Por supuesto, el académico del CIDE no debate con claridad, y puesta la casaca de reportero, reta a quien sí lo es, Ricardo Flores, de esta casa editorial, a “demostrar su existencia profesional” la cual, dice, ha rastreado en Internet y Facebook sin que haya podido encontrar muestras de su trabajo periodístico. Creado ya un fantasma, puede anular así el titular de primera plana de La Razón: “Peritos argentinos cometen 8 fallas”.

Es tan “buen reportero” el sedicente académico, que en el mismo texto cuenta cómo le comentaron que Ricardo Flores, de quien duda de su identidad, ingresó de manera reciente al periódico. Ya en contacto con él, le pidió una entrevista, pero él le respondió que para eso buscara al editor. Esto lo soslaya porque le impide dar la nota de su “descubrimiento reporteril”: las notas de La Razón las firman fantasmas.

Lo dicho, el propósito único de Ricardo Raphael en este texto es desacreditar al periódico; nada de fondo, como discutir la versión de la PGR que contradice las especulaciones de los peritos argentinos a quienes la institución, en un acto de buena fe, habilitó para participar en la investigación en su calidad de peritos “en antropología y genética”.

Éste era el papel de estos peritos, no como expertos en balística, no como suplantadores del Ministerio Público en las diligencias del caso, no como autoridad para exigir ser los depositarios de la cadena de pruebas y, mucho menos, como jueces para dictaminar sobre los datos de una acusación que —por si se ha olvidado—, representa la base del proceso a decenas de inculpados, la mayor parte de ellos criminales confesos.

Así pues, los peritos argentinos no están actuando, por su parte, de buena fe, pues de otra manera no se entienden las insinuaciones y especulaciones que lanzan. Los huesos recogidos en el río

—uno de los cuales tenía material genético suficiente para que el Laboratorio de Insbbruck identificara su ADN y, por tanto, a la víctima— coinciden con las confesiones de los presuntos autores materiales, de acuerdo con la investigación de la PGR. Pero como los peritos argentinos no estuvieron presentes en la diligencia, se atreven a “dudar”, sembrando, ellos sí, la desconfianza en una investigación claramente profesional.

Y es que tanto estos peritos argentinos como Ricardo Raphael y los guardias rojos de las redes sociales se han dedicado en este caso trágico a insinuar, especular, desacreditar y, finalmente, a denostar, porque la versión expuesta oficialmente no les gusta, pues en su agenda no está la verdad de los hechos sino su ideología de izquierda y su causa contra el Estado. La disidencia, si se une a la mentira, a la propaganda, a acomodar las cosas para la salvaguarda de sus prejuicios o sus intereses, o de su fatuo protagonismo, deja de ser respetable.

Contra los datos duros de esta investigación, sus adversarios han sido incapaces de ir más allá de lo especulativo. El colmo —pero subyace en esta actitud—, es la manta desplegada en las célebres manifestaciones con motivo de este crimen: “No fue el narco, fue el Estado”. Y hay otra consigna que no enarbolan de manera abierta, aunque ha sido el engaño de todos los que se sustentan en lo políticamente correcto: “No fue la izquierda, fue el Estado”.

Lo que ha faltado a esta investigación —y así lo reconocen las autoridades— es comunicarla mejor. Sin embargo, me parece que sus exposiciones criminalísticas han sido contundentes, como lo sintetizó periodísticamente La Razón en la nota que le causó escozor a Ricardo Raphael. ¿Dónde está entonces el problema? En la parte de responsabilizar y, en dado caso, inculpar penalmente a todos los involucrados en esta tragedia, que comienza por quienes desde la Normal de Ayotzinapa enviaron engañados a Iguala a decenas de muchachos de nuevo ingreso como un acto de provocación, en el contexto de un enfrentamiento entre facciones de izquierda y criminales.

Por eso la cortina de humo de la falsa revuelta de la CETEG y la manipulación de Felipe de la Cruz como vocero de los padres de familia; por eso también la complicidad políticamente correcta de los intelectuales que prefieren su ideología a la verdad. Antonio Machado decía, por cierto, “no se trata de que creas mi verdad, sino que vayamos juntos a buscarla”. Pero esto, por desgracia, no es posible ni con los guardias rojos de las redes sociales, ni con sus aduladores complacientes como lo es, por lo visto, Ricardo Raphael.