La Ciudad que queremos

La Ciudad que queremos
Por:
  • larazon

Luciano Pascoe

En esta capital vivimos más de ocho millones de personas y, si sumamos a nuestros vecinos de la zona conurbada somos el 20 por ciento del país. El Distrito Federal que tenemos, tanto los que aquí dormimos como quienes aquí tienen su vida laboral, escolar o familiar, ha tenido enormes avances si vemos lo que era hace apenas 20 años.

Nuestra realidad ha de ser evaluada con la mayor objetividad posible y, aunque las voces críticas tienen una infinidad de aristas —muchas de ellas con razón—, también es indispensable ver que la diferencia con nuestro propio pasado es sustancialmente mejor.

En buena parte de los debates entre progresistas y conservadores han triunfado los primeros y, gracias a eso, fuimos la primera entidad en reconocer la libertad de amar a quien uno desee y casarse —la Suprema Corte echó abajo las limitaciones al matrimonio donde las había—; tenemos una legislación de vanguardia en cuanto al derecho de las mujeres a decidir sobre su cuerpo y el aborto es legal, lo que lo hace más seguro para ellas.

Esta ciudad ha sido pionera en la legislación para la muerte digna y el cuidado y respeto de los géneros, la infancia y los adultos mayores. Sobre estos pasos no habrá un retroceso en la medida en que los valoremos y entendamos que gracias a ellos estamos en la ruta de ir por más y mejores derechos.

El gobierno local ha decidido hacer un alto en el camino y mirarse en el espejo. Miguel Ángel Mancera pidió la renuncia de su gabinete legal —no están todos los cargos, Cuauhtémoc Cárdenas por ejemplo­ no está en ese paquete— y con ello anuncia un punto de inflexión a la mitad del periodo para el que fue electo.

Si bien es inédito en el país que un gobernante decida pedir la renuncia a todo su gobierno, es una práctica que no sorprende en otras latitudes, donde se acostumbra que el gabinete ponga su cabeza sobre la mesa para permitir a su jefe hacer cambios o ratificar en su cargo a quienes designó. Es un acto que no causa inestabilidad o ingobernabilidad, sino que permite manga ancha a los ajustes.

Si Mancera cambia de secretario de gobierno estará mandando mensajes a unos y otros y, muy importante, no debe ser leído como una victoria de Morena que pidió la cabeza de Serrano, sino hablará de un nuevo sello que él querrá imprimir en el trato con los actores políticos de la capital; incluso si no lo hace, éste será un relanzamiento del GDF.

Lo mismo aplicará para otras carteras, como educación o desarrollo social, a las que se criticó abiertamente por los resultados electorales. ¿Qué política social hará este gobierno ahora?, ¿qué nuevo nivel de operación política tendrían esos relevos?

Tenemos, como toda gran urbe, dificultades por enfrentar. La contaminación y la saturación del transporte público; el tráfico y el desabasto de agua; la inseguridad y la transparencia son temas que debemos pensar y discutir para buscar soluciones.

Mancera puede (yo creo que debe) rehacer su gobierno para darle un sello propio e ir más allá de la administración de la ciudad y sus conflictos; hoy tiene la oportunidad perfecta para dejar claro qué ciudad quiere él y demostrar cuánto puede transformarla, y para ello será central ver con quienes, mujeres y hombres, quiere hacerlo.

Cuando se registró como candidato al GDF, Mancera presentó el Plan Progresista para una Ciudad Libre y Segura. Valdría la pena que él, su gabinete y quienes pueden integrarse lo revisaran, evaluaran qué han hecho y qué han dejado de hacer; que rescataran planteamientos que lo llevaron al éxito electoral y se abocaran a materializarlos.

La reforma política del DF está en vilo y es difícil saber si pasará en la próxima legislatura; el gobierno local no puede sentarse a esperarla y, en cambio, debe comprender la nueva pluralidad en los gobiernos delegacionales y el congreso local, hacer política y entender que los capitalinos votamos en favor y en contra de los gobernantes; que de lo que haga en los meses por venir depende su futuro y el del partido que lo llevó a la victoria.

Tenemos tres años —todos, pero en particular el jefe de gobierno— para pensar en la ciudad que tenemos, evaluar a quienes lleguen a gobernarla y, sobre todo, apuntar hacia la ciudad que queremos.

Agradezco a Gustavo  A. Ramírez, su colaboración e información.

luciano.pascoe@gmail.com

Twitter: @lucianopascoe