La otra Rusia

La otra Rusia
Por:
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Beatriz Martínez de Murguía

Hay otra Rusia distinta a la de Putin. No es fácil verla, debido sobre todo a su fragmentación y desorganización, pero también al poder que se ejerce desde el Kremlin para hostigarla y amedrentarla. Crecido por su éxito en la gestión de la crisis siria o la fuerza política que ha demostrado tener para acoger a Snowden, muy a pesar de Estados Unidos, Putin no ha dejado de vigilar a esa otra Rusia, en su mayor parte liberal y democrática, que a su vez le vigila a él y espera el momento para hacerse oír de nuevo.

En plena campaña de lavado de imagen ante los próximos Juegos Olímpicos de Invierno, que se celebrarán durante el mes de febrero en la ciudad de Sotchi, a orillas del mar Negro (y sobre los que corren ríos de tinta acerca de la corrupción y los abusos de sus organizadores), pocos creen en el tono tranquilo y aparentemente abierto con el que Putin busca despacharse en los últimos tiempos. Los agravios de esa otra Rusia se van acumulando.

El caso de Mijaíl Jodorkovski y su socio Lebedev es, con toda seguridad, el asunto más lacerante de todos. Declarados, en 2011, presos de conciencia por Amnistía Internacional, nadie, de fuera del régimen, cree que permanezcan en ella por sus posibles errores o delitos pasados sino por voluntad directa de Putin. Su trascendencia internacional es tal que hace unos días, conmemorando su detención el 25 de octubre de 2003, se celebraron en diferentes ciudades de Europa, también en Moscú, lecturas públicas de los escritos de Jodorkovski en prisión con la participación de más de ochenta escritores y algunos de los Nobel de Literatura más recientes.

Están, además, los casos de Nadejda Tolokonnikova, miembro del grupo Pussy Riot y trasladada a un campo de trabajo en Siberia (al viejo estilo de los gulags estalinistas) después de que en septiembre manifestase en una carta pública las condiciones en que se hallaba detenida, o los asesinatos no aclarados de Anna Politkóvskaya y Sergei Magnitsky, conocidos por sus denuncias sobre la corrupción y brutalidad del régimen.

Esa otra Rusia ha venido denunciando también, desde hace tiempo, las decenas de miles de personas presas en todo el territorio ruso por supuestos delitos económicos, cuando en realidad habrían caído en desgracia al interponerse en los intereses de las pequeñas y grandes mafias locales. El trato dado a la treintena de militantes de Greenpeace, detenidos desde septiembre pasado, sería más de lo mismo.

Escritores como Boris Akunin, Víctor Erofeyev son, entre muchas otras personalidades, conocidas o no, parte de esa otra Rusia, quizás minoritaria pero liberal y democrática que, como en tiempos del Zar o de la Unión Soviética, exigen la construcción de otro país lejos de la apropiación personal del poder y de su abuso, y lejos también de ese nacionalismo xenófobo, cada vez más presente, que ayuda a enmascarar la injusticia y falta de democracia.