La participación como norma

Dunia Ludlow

El jueves de la semana pasada, en el marco del evento del ICADEP, tuvimos la oportunidad de escuchar de voz de nuestros ponentes interesantes reflexiones para abonar a la discusión de un tema crucial para el desarrollo de las sociedades

modernas: la participación ciudadana.

Este tema se encuentra virtualmente en todos los aspectos de la vida de los países y cada vez con más fuerza irrumpe a complementar el ejercicio de los gobiernos y el diseño y la implementación de políticas públicas.

Sin embargo, resulta interesante hacer algunas reflexiones a partir del tema, pues la retórica y la propaganda en ocasiones exageran el rol que efectivamente juegan los ciudadanos y la participación se convierte en un discurso y una oferta electoral sin contenido de fondo.

La vida en sociedad, como la conocemos hoy, tiene un principio común: la democracia. La democracia se origina a partir del clamor de los ciudadanos por tener una voz, por ser respetados, por tener la capacidad de influir en las decisiones de sus líderes y gobernantes, por ver reflejadas sus propias elecciones en la evolución de su país y sentirse identificados con el rumbo que se le da a su nación.

En los momentos originarios en los que la lucha por la democracia era el centro fundamental de las sociedades, en muchos casos a través de gestas heroicas que clamaban por mayores libertades y derechos, la participación de la comunidad y de los individuos se hizo patente, y gracias a su interacción e intensa movilización se consiguieron catalizar cambios profundos y sustentables en la fibra de los países.

Todo esto es un gran logro. Individuos organizados impusieron su posición ante los gobiernos para ser tomados en cuenta, exigiendo participar, exigiendo respeto.

Sin embargo, luego de una gesta tan heroica como ésta algo sucedió con nuestras sociedades: nos alejamos de la toma de decisiones, de la participación, de la interacción.

Nos convertimos en espectadores que opinaban sólo cada 3 o 6 años, pero dejamos de buscar hacer sentir nuestra voz de manera constante.

Comenzamos a delegar casi enteramente las decisiones en los gobiernos y los gobernantes.

Y no sólo esto, sino que comenzamos a esperar todo de los gobiernos, sin aportarle nada como ciudadanos.

Se convirtió en una relación unidireccional, de esas que hacen que la democracia pierda todo sentido. Resulta oportuno reflexionar sobre el hecho: si dejamos de participar todo lo que hemos alcanzado hasta ahora podría desvanecerse, todas las voces podrían dejar de escucharse y los gobiernos podrían dejar de respetarnos.

Como líderes políticos y de opinión, gobernantes o ciudadanos comunes, es nuestra misión trabajar de manera constante y consistente en desarrollar los espacios, las iniciativas e incentivos para recuperar la participación de los ciudadanos en la vida del país, de los gobiernos, en el debate de las ideas y en las decisiones que marquen el rumbo de la nación.

Es sólo a través de la participación, la colaboración, el respeto y la acción de la sociedad que se logra el verdadero desarrollo.

Este mismo activar de los ciudadanos representa, al final del día, una herramienta fundamental para que los liderazgos se legitimen y tengan las herramientas y los conocimientos suficientes como para poder brindar cada vez mejores servicios y tomar decisiones más adecuadas.

Participación ciudadana es, por supuesto, una selección consciente de autoridades. Exijamos más de nuestros gobiernos, pero comencemos por exigirle a nuestros candidatos. El voto racional es también una expresión de participación constructiva, es elevarle los estándares a quienes tienen la aspiración de representarnos. Eso es saludable para la democracia.

Queda de nuestra parte ofrecer estos espacios, con la esperanza de que sean los ciudadanos quienes en el futuro a través de su aporte e interacción nos ayuden a construir gobiernos cada vez más eficientes, eficaces, activos, con buen tino, y, en definitiva, un país mejor.

Secretaria General del ICADEP Nacional

Twitter: @DuniaLudlow