Más sobre la “tormenta perfecta”

Más sobre la “tormenta perfecta”
Por:
  • Martin-Vivanco

De Jorge Castañeda se pueden decir muchas cosas, pero nunca que no sabe leer el espíritu de los tiempos para poner agenda, a veces atina, a veces no, como todos. Jorge publicó recientemente un artículo en el New York Times (http://nyti.ms/2mhV0YJ) que, aunque se ha discutido por algunos editorialistas –léase a Héctor Aguilar Camín en Milenio esta semana–amerita más estudio, más debate, ya que da en el clavo con tres temas que definirán en buena medida el 2018. Según Castañeda se prefigura una “tormenta perfecta” ya que tres nubarrones se ciernen sobre México: los efectos de la reforma fiscal de Trump, la posible cancelación del TLCAN y un posible triunfo de AMLO en las elecciones presidenciales. El choque de nubes podría traer un diluvio a México que difícilmente sortearíamos sin salir muy lastimados. Bien, como diría Jack El Destripador, vamos por partes.

De la reforma fiscal de Trump se espera una repatriación de capitales, es decir, que ante el incentivo de pagar menos impuestos (la tasa corporativa bajó del 35 al 20%, mientras que en México es del 30%) los empresarios estadounidenses decidan regresar sus capitales e inversiones a Estados Unidos. Esto traería como consecuencia una disminución en la inversión extranjera directa y, posiblemente, un incentivo para que algunas empresas mexicanas puedan instalarse en EU para aprovechar esta reducción. El argumento es plausible pero no es lineal. Hay muchos matices a considerar: no es lo mismo la tasa nominal en México de 30%, que la efectiva, la cual ronda en un 17.3% (según un estudio de la Universidad de Calgary) o 25.6% (según el Banco Mundial). Además, en EU existen impuestos estatales que subirían la tasa a pagar allá. Por tanto, si bien es un riesgo, es difícil estimar los verdaderos alcances de la misma.

Algo similar pasa con la posible cancelación del TLCAN. Éste no sería el fin del mundo, pero claro que afectaría, sobre todo, en cuanto a las inversiones. El TLCAN creó un área de certidumbre económica y financiera entre los tres países, y cada embate al mismo, merma la fortaleza forjada al golpe de los años. Sin embargo, si algo ha quedado claro en el último año es que la salida por parte de EU –a través del procedimiento del artículo 2205– no es tan fácil como parece. Si fuera por Trump, ya lo habría hecho. Pero hay un sinnúmero de intereses imbricados en el mismo: una cosa es lo que pasa en el Twitter del presidente estadounidense y otra muy diferente en la mesa de negociación. El riesgo real es la incertidumbre que causa esta postergación y las señales contradictorias que se envían a los mercados, que desalientan inversiones en un año especialmente complejo. Ante esto, a las autoridades mexicanas corresponde ser muy claros y pedagógicos sobre el verdadero estatus de las negociaciones para que los inversionistas puedan contrastar y distinguir entre demagogia y realidad.

El tercer factor es un posible triunfo de AMLO. El problema es que, si sigue el plan económico que ha dibujado, tanto en sus libros, como en algunas de sus declaraciones, es una receta para detener (¿adivinen?, sí) inversiones. La cancelación de la Reforma Energética, echar para atrás la construcción del nuevo AICM, sus ideas sobre la soberanía alimentaria, simplemente no sintonizan con las necesidades económicas del país. Necesitamos inversiones para generar empleos, punto. Si ahuyentamos a los inversionistas el país no crecerá. Hay muchas cosas por corregir, muchas, pero no destruyamos lo que sí está sirviendo: las licitaciones de la Reforma Energética nos han dejado más de 80 mil (mdd), en el nuevo AICM se ha invertido más de 4 mil (mdd).

En suma: el común denominador de la tormenta es el desaliento de la inversión. Si no hay inversión, no hay empleo, si no hay empleo, no hay ahorro, no hay gasto y no hay crecimiento. Lo interesante aquí es que lo único que verdaderamente está en nuestras manos es el último punto. El que gane AMLO depende de nuestro voto en las próximas elecciones. Hay quienes dicen que no hará lo que promete o, por lo menos, no todo. Entonces está diciendo mentiras o mentiras a medias. ¿Votaría usted por alguien que dice mentiras? Yo no.