La última lección de Obama

La última lección de Obama
Por:
  • Jaime

Como marca la tradición política norteamericana, y no la norma constitucional, la cual no habla de la periodicidad, el presidente Barack Obama cumplió su compromiso anual y entregó el martes al Congreso su discurso del Estado de la Unión (Informe de Labores diríamos nosotros).

El hecho de que el presidente Obama sea desde ayer un lame duck y que existan varias diferencias entre los artículos constitucionales de Estados Unidos y México que establecen este ejercicio republicano de rendición de cuentas —en el caso de la constitución norteamericana se trata del artículo 2, sección tercera, mientas que en el caso mexicano se trata del artículo 69—, no nos impide desprender algunas lecciones del último State of the Union del primer afroamericano en convertirse en presidente de los Estados Unidos, Premio Nobel de la paz y futura leyenda política.

Mientras todos esperábamos que el presidente Obama se dedicara únicamente a hablar de sus éxitos frente a los 535 integrantes del Congreso, intentando allanarle así el camino al próximo (¿próxima?) candidato (¿candidata?) demócrata a la presidencia, el 44° presidente de los Estados Unidos nos sorprendió con un: La política importa. Un Obama sabedor que cambió la historia de su país (pese a sus muchas derrotas) lo dijo con claridad: para hacer y tener mejor política no basta con cambiar a los políticos. Se trata de mejorar el sistema. El llamado de Obama a que la política refleje lo mejor de los políticos y no lo peor de ellos debería de atraer nuestra atención, particularmente en lo que se refiere al combate a la corrupción que se da en el sector público.

La estructura de la constitución norteamericana y la mexicana son muy parecidas; sin embargo, las diferencias en los resultados son abismales. Un botón de muestra: en el último índice de percepción de la corrupción de Transparencia Internacional, Estados Unidos aparece en el lugar 17 de 175.

México en un preocupante lugar 103. Los siete artículos, 21 secciones y 27 reformas, la última de 1992, de la constitución norteamericana han permitido una ejecución del ejercicio del poder político y de rendición de cuentas mucho más nítida y pulcra -con la indispensable participación del Judicial Branch- que la que nosotros hemos logrado con nuestros 136 artículos y más de 600 reformas (la última publicada el año pasado).

Nuestra constitución está redactada para que en materia de responsabilidades administrativas y políticas nadie sea culpable. Una especie de fuenteovejunismo institucionalizado. Y la reforma constitucional de mayo de 2015 que introduce en el artículo 113 el Sistema Nacional Anticorrupción sigue siendo una moneda en aire en tanto no existan las normas secundarias que le den vida.

Obama se va, pero su llamado a reducir la importancia del dinero en la política y regresar el poder a los ciudadanos no debe de ser desoído, ni allá ni aquí.

Director de la Facultad de Derecho y de la Escuela de Relaciones Internacionales Universidad Anáhuac México Sur

Twitter: @luis_e_pereda