Leonarda y la inmigración

Leonarda y la inmigración
Por:
  • larazon

Beatriz Martínez de Murguía

Lo sucedido en Francia, en estos días pasados, a raíz de la expulsión de la niña gitana Leonarda Dibrani es un buen reflejo del cúmulo de emociones, más o menos sinceras, que suscita el tema de la inmigración ilegal, así como de la maraña de hipocresías, falsedades y oportunismos que concita este problema cuando se enreda en el juego político.

La imagen de Leonarda, de tan sólo quince años, explicando a la prensa el modo como había sido expulsada del país mientras se hallaba de excursión con sus compañeros de escuela despertó de manera automática la solidaridad con una niña que, por si eso fuera poco, se expresaba en un perfecto francés. Manuel Valls, el actual ministro de interior y responsable en última instancia de la expulsión de Leonarda, era además un blanco fácil por unas recientes y desafortunadas declaraciones sobre la falta de voluntad de integración de algunas comunidades gitanas. De modo que todo parecía indicar que lo que estaba detrás de la expulsión de la familia Dibrani era el celo excesivo de un ministro de interior demasiado inclinado a la derecha, a pesar de su militancia socialista y aparentemente dispuesto, según sus más acérrimos críticos desde la izquierda, a emular la política migratoria de Sarkozy o congraciarse con el discurso siempre xenófobo de la extrema derecha que dirige Marine Le Pen. La realidad ha resultado ser otra.

Examinada con lupa la orden de expulsión, ésta no sólo se hallaba perfectamente bien fundamentada en cumplimiento de la ley francesa sino que, además, según se ha sabido después, la familia había ido acumulando una serie de irregularidades tanto en la mentira sobre su origen (italiano y no kosovar) como en cuanto al rechazo de varios empleos por parte del padre, absentismo escolar de los hijos, etcétera.

Pero el conflicto político estaba servido y con la suficiente virulencia como para que el presidente Hollande se sintiera obligado a intervenir en directo y ofrecerle a Leonarda un lugar en Francia que le permita continuar con sus estudios. Si a la izquierda más ultramontana le parecía intolerable la expulsión, o la decisión de aplicar la ley en materia migratoria, por “cruel e inhumana”, la derecha se ha echado encima de Hollande por lo que consideran una falta de carácter al haber cedido a la presión de los medios en sus palabras dirigidas a la niña.

En realidad, y ahí está el meollo del asunto, quien se frota las manos es el Frente Nacional, tanto por el vano intento del centro-derecha de apropiarse de su discurso contra la inmigración, como por el llamado “buenismo” de la izquierda, o una parte del partido socialista al menos, que critica toda actuación en esa materia. Pero cualquiera que entienda algo de política sabe que si algo alimenta a la extrema derecha es la renuncia a aplicar la ley, porque eso le permite presentarse como la única capaz de resolver un problema que, guste o no, está entre las principales preocupaciones de los franceses.