Margarita Zavala Gómez del Campo

Deslinde convertido en la primer promesa de campaña, marcó Margarita Zavala no sólo respecto a su esposo, el expresidente Felipe Calderón, sino también a la política estrella en materia de seguridad que marcó su sexenio: la guerra contra el crimen organizado, que durante su gestión dejó 104 mil 794 muertos, de acuerdo con los registros del Sistema Nacional de Seguridad Pública.

El sábado, en un acto de su organización Yo con México, la exprimera dama prometió que de llegar a la Presidencia de la República regresará a las fuerzas armadas a sus cuarteles. “Que nuestros soldados y nuestros marinos regresen victoriosos a los cuarteles, porque yo sí los he visto jugarse la vida por la seguridad”, sostuvo.

Lo dijo precisamente el día en que se cumplieron justo 10 años de que su esposo sacó al Ejército a las calles con el Operativo Conjunto Michoacán, punta de lanza para lo que luego se conoció como guerra anticrimen. Lanza Zavala, por un lado, un guiño a la Sedena, cuyo titular, Salvador Cienfuegos, pidió un par de días antes regresar a sus tropas a los cuarteles.

Y desarma a opositores como AMLO y el subcomandante Marcos, quienes incluso de manera misógina la han criticado argumentando que ella es una extensión de su marido y, por tanto, sin propuestas propias.

Rompe la panista, además, con la regla no escrita del silencio de las consortes, dedicadas a no interferir en las gestiones de sus esposos y a mantener una vida alejada de los reflectores.

Se quita de encima, pues, el apellido Calderón.

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Humaniza y reivindica a los policías federales el primer cineminuto de Ulises Castellanos, director de Círculo Rojo y uno de los mejores fotoperiodistas mexicanos: Renata, estrenado en tiempos en que lo políticamente correcto es vilipendiar a las instituciones policiacas, en tiempos en que el aplauso masivo es hacia los desvividos en acusar que todos los agentes son corruptos y asesinos.

Elige Ulises, para contar su historia, el rostro más humano: una madre soltera, habitante de un barrio marginado, entregada a la crianza de su hija y a su trabajo como agente de la Policía Federal, donde puede, sabemos, perder la vida, sin que la sociedad se indigne.

Espléndido documental.

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Oportunistas, más que soñadores (o dreamers, como ellos prefieren llamarse), son los jóvenes que llegaron a Estados Unidos siendo pequeños, estudian en universidades de ese país y su meta es vivir allá y ser estadounidenses. Ahora reclaman que México no los apoya y carece de programas ante eventuales deportaciones en el gobierno del antimexicano Donald Trump, a partir del 20 de enero próximo.

Un grupo de estos “soñadores” fue al Senado el pasado viernes a reclamar y reprochar a nuestro país, al que tienen miedo de volver en lugar de entenderlo como una nación a la cual ellos deben contribuir para engrandecerla.

Jesús Suárez, de 26 años, dijo: “aquí ustedes no tienen ningún proyecto dedicado para nosotros”. Estefanía Hermosillo, jalisciense residente en California: “el miedo de regresar (a México) está, pero aun así tomamos acción”.

Olvidan aquella frase de John F. Kennedy : “No te preguntes qué puede hacer tu país por ti, pregúntate qué puedes hacer tú por tu país”.

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