Más fuerte que las bombas

Más fuerte que las bombas
Por:
  • xavier_hidalgo

--¿Cuándo vas a parar? Pregunta el entrevistador.

--Creo que es mi responsabilidad, sí, ¿por qué tendría que parar? responde una Isabelle Huppert, enfundada en un personaje que vive en una contienda constante, tanto interna como externa.

Más Fuerte que las bombas es el tercer largometraje del cada vez más imponente

Joachim Trier. Lo conocimos en el 2006 con Reprise, filme que con contundencia nos mostró de qué estaba hecho este noruego, y en 2011 lo volvió hacer con Oslo, 31 de agosto.

Casi cinco años después hace lo propio en su reciente film. La cinta se estrenó en Cannes el año pasado y es la primera que el autor rueda en inglés con actores internacionales. Una decisión y dirección bastante clara. Se trata de una coproducción entre Noruega, Dinamarca y Francia, situada en los Estados Unidos.

La historia es la una familia acomodada y culta que está lidiando con la muerte de la madre, una reportera de guerra (Isabelle Huppert) que regresa una y otra vez a la comodidad del hogar suficientemente burgués para darse cuenta de que pocas cosas tienen sentido. Quizá ninguna. Mientras que los que le rodean sufren con ella de la misma manera por éste, y sus propios asuntos.

La fotógrafa muere en un misterioso accidente de coche. Su viudo (Gabriel Byrne) entra en un estado de aflicción al tiempo que busca lidiar, con sus dos hijos, las situaciones que rodean la complejidad de cada uno. Un relato de narrativa fragmentada, que se desgarra por sus cuatro vertientes: padre actor de éxito, ya retirado, madre mito de la fotografía de guerra, hijo mayor con doctorado en sociología, padre primerizo y dudoso, e hijo adolescente perdido entre las sombras de su soledad, una a la que él mismo parece haberse entregado.

Trier nos toma de la mano y nos invita a recorrer de manera profusa desde la fachada hasta las esquinas más recónditas, las que no se ven, sólo se sienten, siempre y cuando uno las deje, esas que te sumen en la moral, te alborotan los prejuicios y te invitan a formar parte de ese paraíso que representa la libertad.

Pero (si, ya lo sabe usté Sr. Lector, el granito en el arroz) quizá dentro de todo este eje emocional el director cae por momentos en la formalidad de un argumento que podría terminar por ser efectista y es que a veces la ambición transforma una reflexión en un sin sentido. Sin embargo, si nosotros espectadores logramos dejar pasar la inflexión nos encontraremos con un filme que desbloquea, a la vez que devela, la relación paterna, muy a la usanza de un cine de antaño, los secretos de una profesión tan peligrosa como desconsolada, la de una familia pues, con cada uno de los seres que la componen.

Lo demás juega en favor, el director hace un correctísimo uso del montaje que logra un ritmo constante, al igual que el sonido y la música, que en lugar de notarse, acompaña los silencios entre los cuidados diálogos que al final van articulando la esencia de esta historia: cada uno vive su propia contienda, a veces sin necesidad de estar en ninguna guerra, y es que la realidad, a veces, acaba siendo también un infierno imposible de soportar.

Al final nunca debemos olvidar que es justo esa esencia del filme, de un filme, de cualquier filme, lo que importa, lo que el autor quiso pues decir entre líneas, siempre y cuando, logre comunicarlo. Que la disfrute Sr. Lector.

urrutiaximena@gmail.com