Otra historia de migrantes

Otra historia de migrantes
Por:
  • Pacotest

Como sabemos, el destino de los migrantes mexicanos que viven sin documentos en Estados Unidos representa uno de los mayores desafíos que aparecen en el horizonte.

Muchas historias de esos millones de compatriotas han sido ampliamente divulgadas, destacando su contribución a una parte significativa del “sueño americano” perseguido al abandonar sus comunidades de origen. Aunque he atestiguado algunas de esas trayectorias, dedico esta nota a la vida y aportes de otros migrantes.

Hace 47 años, con 14 años de edad y 5º. de primaria, Víctor dejó su natal Guerrero Itundujia, enclavado en la Sierra Sur de Oaxaca, al este de la capital de la capital de estado, en la colindancia con Guerrero, en busca de horizontes que él identificó en el Distrito Federal.

Durante diez años Víctor realizó las más diversas tareas y en el camino contrajo matrimonio con Amalia, otra migrante de su mismo pueblo, como él se refiere a su lugar de nacimiento. Al término de esa década se colocó como conserje en un conjunto de casas ubicado en el sur de la ciudad, en donde permanece hasta la fecha.

Durante todos estos años Víctor ha sabido aprovechar todos sus tiempos libres completando sus ingresos con labores de jardinería, albañilería y otras tareas. Por su parte, Amalia, que sólo había cursado el 1º. de primaria, concluyó en el DF ese ciclo escolar y también la secundaria. Ella también ha contribuido con su trabajo a la economía familiar.

Víctor y Amalia tuvieron tres hijos y ahora tienen un nieto. De esos tres hijos el mayor, Emmanuel, obtuvo la licenciatura en contabilidad pública y después de trabajar en una firma dedicada a la venta de libros, hoy se desempeña por su cuenta y ya fundó una pequeña empresa; el segundo, Alejandro, ostenta la licenciatura de ingeniería eléctrica electrónica y trabaja en una compañía ubicada en el centro del país, prestando servicios especializados en varias partes de México y Latinoamérica. Ambos hicieron sus carreras en la UNAM.

La tercera, Dalia; cursa estudios superiores en esa institución.

Esta historia guarda similitud con otras muchas de migrantes llegados de comunidades rurales a una urbe en constante expansión, estableciendo cadenas familiares, como lo hacen quienes se han aventurado a cruzar nuestra frontera norte. Sin embargo, en fecha reciente tuve noticia casual de un hecho que corona esta zaga de trabajo y realizaciones.

Víctor pidió permiso laboral para ir a Guerrero Itundujia en representación de su hijo ingeniero, para hacer entrega de computadoras, proyectores y cajas de papel para impresión a la secundaria del pueblo. Es la tercera ocasión en que Alejandro hace un donativo, de la manera más discreta, a la comunidad de donde provienen sus mayores.

Se trata de una historia más de migrantes que alcanzaron su sueño, pero nunca perdieron sus lazos con el terruño de donde provinieron. Es todo.

alcazaravila@gmail.com