Propaganda de guerra

Propaganda de guerra
Por:
  • larazon

Beatriz Martínez de Murguía

Las primeras informaciones resultaban poco creíbles, y no porque no sea algo común el uso y abuso sexual de las mujeres en todo conflicto bélico, sino por la magnitud de las cifras que ofrecían los titulares de prensa, además de otros detalles.

Se hablaba de miles de tunecinas enviadas a satisfacer sexualmente a los yihadistas presentes en Siria, con los que contraerían matrimonio por horas, luego éstos las repudiaban y tanto ellas como ellos quedaban libres para un nuevo episodio en favor de la guerra santa. La noticia prendió como prenden enseguida las historias que escandalizan y toda la prensa, escrita y hablada, la reprodujo durante días ofreciendo testimonios de mujeres que, algunas voluntariamente y muchas otras forzadas, habían regresado a Túnez desde Siria.

Desde que comenzó la guerra civil en Siria, hace ya más de dos años, se han ido repitiendo las denuncias sobre la manipulación que todas las partes en conflicto someten habitualmente a los medios de comunicación, para ganarse las simpatías de la opinión pública.

El caso de las supuestas yihadistas tunecinas sería, de acuerdo con la investigación llevada a cabo por Sara Daniel en el último número de Le Nouvel Observateur, un paso más en una estrategia de de-sinformación dirigida no tanto para predisponer a una opinión pública internacional ya suficientemente predispuesta contra los islamistas, como para consumo interno de Túnez, donde el enfrentamiento entre los yihadistas tunecinos (apoyados y alentados por el partido en el gobierno Ennahda y su líder Ghannouchi) y los liberales y laicos está alcanzando cotas de un enfrentamiento civil.

El propio ministro del interior, enfrentado a los islamistas y que se lamenta de estar infiltrado por éstos, hasta el punto de no controlar la información que le habría de llegar, confirmó la noticia, que ha resultado ser falsa, del secuestro de mujeres de su país para servir a la Yihad en Siria.

La investigación sobre las declaraciones a la prensa de esas mujeres sólo conduce, al decir de Sara Daniel (una reputada periodista de investigación y con gran experiencia en el mundo árabe), a la reproducción no contrastada de confesiones de mujeres que parecen haber dicho una cosa cuando nunca dijeron nada o dijeron otra cosa.

Estén o no detrás de esta desinformación los servicios de inteligencia argelinos, como algunos sospechan, la realidad es que ha logrado su propósito. Personas bien informadas e inteligentes de la sociedad tunecina, entrevistadas por Daniel, se niegan a reconocer que esa noticia pudiera ser falsa: no sólo ven en ella la confirmación de la penetración que los islamistas han conseguido en el país (cierto por otra parte) al lograr el reclutamiento voluntario o forzoso de miles de mujeres, sino que cualquiera que la niegue sería sospechoso de simpatías proislamistas. Es la guerra de papel, tan decisiva y potencialmente eficaz como la de las trincheras.