Putin, el malabarista

Putin, el malabarista
Por:
  • larazon

Beatriz Martínez de Murguía

Con la boca abierta debieron quedarse Obama, Hollande, Cameron e incluso la inconmovible Merkel con el juego de malabares que, en un abrir y cerrar de ojos y con ellos de invitados especiales, ejecutó Putin hace unos días en la crisis siria.

El mayor valedor y proveedor de armas del siniestro gobierno de El Assad, y quien desde hace más de dos años boicotea sistemáticamente cualquier posible intervención en el escenario de guerra, terminó convirtiéndose la semana pasada en el hacedor de la paz, en un mediador en el conflicto ante cuya propuesta casi nadie ha podido decir No.

Libre de las inercias, contradicciones y cortapisas que limitan la capacidad de maniobra de otros dirigentes, Putin, que sabe lo que quiere para sí y no requiere consultar las encuestas de opinión, ha conseguido en un visto y no visto y gracias a la astucia de su ministro de Asuntos Exteriores colocarse en el centro de la escena internacional mientras a sus mayores adversarios en la crisis siria (Francia y Estados Unidos, fundamentalmente) no les quedaba más remedio que aplaudirle y darle efusivamente las gracias por haberles dejado fuera de juego.

Las consecuencias que tiene haberse tomado en serio el juego de poder tejido en torno a Siria y estar atento a las palabras del “otro” (John Kerry especulando sobre qué tan distinto sería todo si El Assad entregara su arsenal químico) para regresárselas en su contra son claras. No sólo ha conseguido que la guerra continúe su curso, sino también que los demás reconozcan (al menos por omisión) que ésta es legítima y que El Assad está legitimado para seguir llevándola a cabo siempre y cuando no cruce “la línea roja”. Más aún, en el caso hipotético de que El Assad entregara sus armas químicas, tanto Francia como Estados Unidos se habrían atado las manos para intervenir en un conflicto en el que los intereses regionales son cada vez más densos e imbricados.

¿Y qué decir de Europa sin mencionar por enésima vez su invisibilidad, su incompetencia, su extravío interno y externo? Los intentos de Hollande por tener al menos una voz en el asunto sin esperar a que los veintisiete se reuniesen para acordar que volverían a reunirse en algún otro momento, son encomiables (aunque se discrepe sobre su intención de intervenir), al menos en contraste con el ensimismamiento alemán, pendiente de las próximas elecciones, o el “no sabe, no contesta” de España, Italia, etcétera. Pero su soledad ha puesto en evidencia aún más, si eso es posible, que la UE es sólo ya un nombre. Alguien escribía en Francia, en esta semana, que los poderes regionales que rodean a Siria, tales como Irán e Israel, han debido tomar buena nota de los últimos acontecimientos y de que mientras unos demostraban una gran habilidad para los juegos malabares, otros desconocían incluso su existencia.