Reforma educativa y liderazgo

Reforma educativa y liderazgo
Por:
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Blanca Heredia

El proceso de reforma educativa que se puso en marcha con la aprobación de reformas constitucionales a principios de año en México, pende de un hilo. El día de ayer, los diputados decidieron posponer la discusión de la más importante de las tres iniciativas de legislación secundaria en materia educativa presentadas por el Presidente: la regulación del servicio docente.

Es la más importante, pues es la que, al despolitizar la carrera docente y avanzar hacia convertir al mérito en el criterio central para el ingreso, permanencia y promoción en la misma, cimbra la piedra angular sobre la que descansa nuestro maltrecho sistema educativo, es decir: el entramado normativo y político que le otorga a los líderes sindicales del magisterio el control sobre las plazas docentes y las trayectorias laborales de sus ocupantes.

Un Congreso sitiado por la parte más bronca, más politizada y probablemente menos interesada en la educación del liderazgo magisterial, ayuda a explicar la decisión de nuestros representantes. Es claro, sin embargo, que su decisión reproduce un patrón muy viejo y conocido: iniciativa política a favor de un cambio importante —rechazo y chantaje por parte de liderazgos afectados— “negociación” —cesión por parte del liderazgo político. Reedición, en suma, de uno de los peores vicios de la forma mexicana de “gobernar” y hacer política: ceder ante al opositor violento y/o poderoso con concesiones que pagamos el resto de los mexicanos.

Lo que mueve a los líderes de la CNTE, digámoslo con claridad, son dos cosas. Primero, la defensa de los privilegios para sus bases y, sobre todo, los recursos normativos y políticos para poder seguir distribuyendo a su antojo esos privilegios. Segundo, su necesidad de seguir movilizando y logrando concesiones del gobierno y los líderes de los partidos, a fin de mantener y afianzar su valor como aliados para otros actores políticos, por ejemplo el lopezobradorismo.

La situación es muy compleja y hay mucho en juego para todos los involucrados. Para reformas que vulneran intereses poderosos y prácticas tan arraigadas no hay recetas, ni soluciones fáciles. Lo único claro —así lo muestra la experiencia nacional e internacional— es que se requieren liderazgos políticos fuertes, inteligentes y comprometidos verdaderamente con el cambio. Sin ello, gana, inevitablemente, la inercia.

El destino más inmediato de la reforma educativa dependerá, así, de qué tanto le importa al gobierno hacerla efectiva y, quizá sobre todo, del cálculo que realice sobre los efectos de ceder o no ante la CNTE en términos de sus posibilidades de sacar adelante la reforma energética y la fiscal. Mi impresión es que el gobierno no está dispuesto a invertir mucho más capital político en la reforma educativa. Si esto es así, el único camino posible para que la tan anunciada transformación educativa no se quede en puras promesas, es que el gobierno use con máxima inteligencia lo que sea que decida seguir invirtiendo en ella, y que llegue a la conclusión de que ceder sin más ante el chantaje de un grupo violento, no le augura nada bueno en términos de credibilidad y fuerza para sacar las reformas de fondo que más le importan.

bherediar@yahoo.com