Ríos, al norte del futuro

Ríos, al norte del futuro
Por:
  • larazon

Renato Sales H.

Conocí a José María Pérez Gay en el año de 2003. En esas madrugadas de todos los días, incluso sábados y domingos y días feriados en que nos reuníamos en la Jefatura de Gobierno del Distrito Federal. A mí me tocaba los lunes. Ahí estábamos todos, estoicos y semidormidos, poco antes de las seis treinta de la mañana.

Ahí estaba Chema, puntual, decía, como un soldado prusiano.

En una de esas mañanas, antes de entrar a la junta, en alguno de los corrillos de funcionarios hablaba yo de uno de esos asuntos que corresponde investigar a las procuradurías. De esos casos terribles por inexplicables. Se me ocurrió comentar que estaba tentado de darle la razón a ese filósofo alemán que decía: “nada derecho puede hacerse con la madera torcida de la que está hecha la humanidad”.

Chema, que se encontraba en otro grupo, volteó, se acercó y me preguntó si sabía de quién era esa frase. Así dimos inicio a una larga conversación que transcurrió de junta en junta y desayunos en el “cardenal” del Hilton, donde ahora tiene lugar la conferencia nacional de procuradores.

Disfruté enormemente charlar con él sobre Thomas Mann, Herman Broch, Holderlin, Rilke, Walter Benjamín, sobre el mismo Heidegger, sobre su amado Paul Celan. Le interesaban profundamente los casos que debiamos esclarecer en la procuraduría. Siempre encontraba una arista, un ángulo diverso en el asunto del que hablábamos. Fue un gran charlista. Era una delicia conversar con él.

Cuenta Saúl López de la Torre: “Conocí a Chema Pérez Gay en el ala poniente de la crujía O de Lecumberri, después de desafiar a la muerte con un fusil en el hombro. Estábamos en la celda de Alberto Ulloa. Era el verano de 1975. Chema nos bombardeaba con sus palabras, como si recitara las páginas de los libros que leía en aquel momento. Habló también de la experiencia intensísima que es la creación poética. Con voz de trueno dijo un verso que recordaré hasta que muera o pierda la memoria: “Como el perro que vuelve a su vómito, yo regresaré a tus brazos”.

Surgieron, también amigos en común: Álvaro Abreu Bolio, Javier García Galiano, Julián Andrade Jardí, el mismo Saúl López de la Torre.

Y el origen: la patria chica, la matria: Campeche.

Su abuelo, Herminio Pérez Abreu, originario de Palizada, había dejado el estado para convertirse en gobernador de la Ciudad de México en los primeros veintes. En el parque España de la colonia Condesa, tan querida por Chema, hay una pequeña placa que rinde homenaje al ex gobernador.

En su novela autobiográfica : Tu nombre en el silencio dice Chema: “ Paul Celan leyó esa tarde cinco poemas de su libro Cambio de aliento. Su voz temblaba y sus párpados infatigables parecían gobernar los textos, sus ojos regían palabra y ritmo, música inolvidable y estilo preciso. Hablaba un alemán muy claro, sin huella de dialecto, que pronunciaba con una ternura próxima al dolor. Celan tenía la frente amplia, ojos grandes y oscuros, rasgos finos, además era un lector extraordinario, su entonación y sus pausas perfectas obedecían a un guión, ayudaban a percibir mejor sus poemas: “En los ríos, al norte del futuro/ echo la red que tú, indecisa, llenas de sombras/ escritas con las piedras”.

Descanse en paz.

rensal63@hotmail.com