Rosia Montana

Rosia Montana
Por:
  • larazon

Beatriz Martínez de Murguía

Rumania suele aparecer poco en la prensa europea. Cuando lo hace, se le relaciona sobre todo con pobreza y una inmigración proclive a la delincuencia, su terrible pasado bajo la dictadura de Ceausescu y, sólo en el mejor de los casos, se incita a visitar los extraordinarios paisajes de Transilvania bajo el dudoso reclamo de conocer a fondo la leyenda de Drácula.

También desde hace un tiempo y de manera recurrente, tal como viene sucediendo en Francia, aparece asociada con el debate siempre inacabado acerca de los problemas de integración de los gitanos o romaníes.

Es tan escasa la información que se publica sobre Rumania, que muy pocos europeos saben que ahí, en una montañosa aldea de Tansilvania, de nombre Rosia Montana (Montaña Roja), se desarrolla desde hace años lo que probablemente sea el movimiento social de resistencia a una gran corporación, en el seno de Europa, más importante de los últimos tiempos. Zona minera desde hace dos mil años, Rosia Montana alberga en su interior, según estimaciones de la empresa canadiense propietaria en 80% de la mina objeto de polémica, alrededor de trescientas toneladas de oro y mil quinientas toneladas de plata. Se trataría del mayor depósito de oro de Europa.

La renuencia por parte del parlamento rumano para dar la luz verde necesaria a la explotación de la mina, ante la férrea oposición de una parte de los ciudadanos, las desavenencias públicas entre el presidente del país y su primer ministro sobre el asunto, aunado al manifiesto hastío de la multinacional, que ha amenazado con demandas multimillonarias por incumplimiento de contrato además de difundir a los cuatro vientos la manera de cómo el gobierno rumano trata a los inversores internacionales, han enconado un conflicto que dura ya más de diez años.

El larguísimo pleito no versa sólo sobre el estrago ambiental que causaría la explotación de la mina por el necesario uso de cianuro y la destrucción de cuatro montañas, sino también por el daño irreversible que provocaría en lo que la UNESCO ha descrito como “un complejo arqueológico único de galerías mineras romanas”. Porque ya entonces, hace dos mil años, los romanos extraían el oro de Rosia Montana.

Muchos habitantes de la zona, favorables a un proyecto que les ofrecería un empleo que no tienen, han sido reubicados en la pequeña ciudad de Alba Iulia, a setenta kilómetros de la mina, en donde Gabriel Resources, que así se llama la corporación, ha construido un nuevo barrio para ellos. Dicen los hijos y nietos de mineros que el trabajo en la mina es la única forma de vida que conocen, que la explotación de Rosia Montana da una nueva oportunidad económica a una zona que se muere. Dice la empresa canadiense que los beneficios, también en materia de empleo, para el país serán enormes, y dicen las organizaciones contrarias al plan que, una vez extraídos el oro y la plata, sólo quedará un paisaje desolado y el recuerdo de unas minas que sobrevivieron al menos dos mil años.