Rusia: una política (post)Putin?

Rusia: una política (post)Putin?
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Desde su regreso en 2012, el “nuevo” gobierno de Putin se endureció en varios frentes. Se restringió la labor de las ONGs, especialmente aquellas que reciben financiamiento extranjero y trabajan temas sensibles, como Derechos Humanos, transparencia y observación electoral. Con el apoyo de una mayoría social conservadora se persiguieron las manifestaciones públicas de homosexualidad. El trasfondo del conflicto ucraniano y la anexión de Crimea, favorecieron el acoso nacionalista hacia los opositores y los medios críticos, así como la creciente militarización de la economía y la agenda política. Ante esta deriva, vale la pena esbozar los posibles escenarios que -de cumplirse la legalidad vigente- enfrentará el país llegado el momento del retiro de Putin, en 2018.

Un desafío para el principal inquilino del Kremlin sería establecer, en el marco de su actual ejercicio, un proceso de transferencia de poder y apertura controlada del sistema. Construyendo un sistema bipartidista, que cobije las posturas conservadoras y liberales de la clase política, abra la participación a las clases medias y los opositores, sustituyendo el predominio de un hombre por un esquema más institucionalizado y estable.

Hay, sin embargo, pocas señales de que este sea el rumbo que adopte la política rusa. Si bien parece difícil un retroceso a los niveles de control y aislamiento estalinistas, las opciones de una estabilización del autoritarismo electoral –combinando la represión puntual a opositores con aperturas modestas a partidos menores y elecciones locales- o del fortalecimiento del autoritarismo hegemónico –con securitizacion y personalización reforzadas, una nueva constitución que elimine los frenos al presidente- aparecen como los escenarios más probables de Rusia en 2018.

Un brusco colapso del régimen -poco probable, dada la cohesión de las elites y la desmovilización ciudadana- o una democratización gradual –en el marco de una alianza de reformistas del gobierno y la oposición- no aparecen en el horizonte. La recuperación oficial del legado soviético e imperial para afrontar los conflictos geopolíticos y los problemas de control social auguran retrocesos autoritarios. Ciertamente, el empeoramiento de los indicadores socioeconómicos podrían detonar protestas de la gente frente a la incapacidad del estado para generar efectivas políticas anticrisis y reformas modernizadoras. Pero a la fecha, el apoyo poblacional a Putin se mantiene más alto que el de la mayoría de los líderes occidentales. Veamos como arriba ese liderazgo, tanto en fuerza como en legitimidad, a 2018. Y si quiere salir de escena o permanecer, como ya hizo una vez, como poder en la sombra.