Sangre

Sangre
Por:
  • larazon

Fernando Escalante Gonzalbo

Varias veces ha dicho el jefe de gobierno de la Ciudad de México que gracias a la prudencia de sus policías no ha habido derramamiento de sangre con motivo de las protestas magisteriales de las últimas semanas. Implícitamente ha dicho que los maestros, los miembros de la sección 22 del sindicato, son unos salvajes, sanguinarios, capaces de cualquier cosa, y que si se hubiera tratado de desalojarlos, para permitir que la gente llegase al aeropuerto de la ciudad, o a su casa o a su trabajo, habría habido sangre, muertos. Por eso está contento Mancera, y nos pide que festejemos con él: no hubo sangre.

Sin duda habrá quien haya celebrado la solución, habrá quien no. Debería llamar la atención que no haya salido a desmentirlo nadie de la CNTE. Ninguno de los líderes del movimiento magisterial, ni de los líderes ni de su masa de maniobra, ha salido a decir que es una exageración y que no hay motivo para pensar en ningún derramamiento de sangre. Agradecen —eso creo— al jefe de gobierno su moderación, admiten su explicación, nos advierten de paso que si alguien intenta otra cosa, habrá sangre. Agradecen también que les sirva de portavoz y que avise, que lo suyo es la victoria o un baño de sangre.

Esos mismos maestros fueron después a poner sitio a las oficinas de las empresas de televisión para quejarse de la imagen que ofrecían sus noticieros, para denunciar que se estaba “criminalizando” la protesta social —y para reclamar no se sabe qué, en nombre del derecho a la información. Yo no perdería el tiempo tratando de explicarles que el derecho a la información se refiere al estado, y no a los particulares, y se trata de la información que el estado está obligado a hacer asequible al público, y no a lo que quiera transmitir un particular en su canal de comunicación: renuncio.

Me llama la atención, eso sí, el enojo que les provoca la idea de que puedan ser violentos —porque es precisamente la imagen que quieren transmitir. Eso dice la tele, eso dice el jefe de gobierno de la ciudad, eso dicen sus líderes: los maestros son capaces de cualquier cosa, y si se trata de detenerlos habrá “derramamiento de sangre”. Todos los que escriben en su defensa, en cualquiera de los periódicos del país, termina hablando de la chispa y el fuego y la pradera. O sea, que más vale hacer caso, ceder en todo, hacerse a un lado, porque la alternativa es ver este llano en llamas.

A veces veo a los maestros y tengo la impresión de que son un conjunto de burócratas que quieren seguir siendo burócratas, con quincena segura, vacaciones pagadas y jubilación. Oigo al jefe Mancera, y a sus líderes, y veo un trasunto del movimiento bolchevique —me pregunto a cuánta gente estarían dispuestos a matar para conservar su plaza, a cuántos asesinarían para seguir cobrando la quincena. Su poder deriva de que son terribles, ¡terribles! ¿Qué tanto?