Sólo matrimonio: amor es amor

Sólo matrimonio: amor es amor
Por:
  • larazon

Luciano Pascoe

Ayer fue un día histórico para much@s de nosotros. Ayer triunfó el amor. Por cinco votos a cuatro, la Suprema Corte estadounidense reconoció el derecho de todas las personas a casarse.

Por donde se quiera ver es una victoria del pensamiento progresista y libertario, la decisión del tribunal de ese país de declarar las limitaciones al matrimonio a la unión de un hombre y una mujer es inconstitucional, con lo que legaliza las uniones civiles entre parejas del mismo sexo en sus 50 estados.

La lucha por los derechos de las comunidades LGBT ha sido ardua y está aún lejos de terminarse, pero hoy tienen mucho que celebrar en ese país. En México, sin mayor ruido o festejo, la Suprema Corte de Justicia de la Nación también declaró legal el matrimonio universal hace apenas 10 días, pero sólo está activo en tres estados: el Distrito Federal, Coahuila y Quintana Roo.

Estos países se suman a 23 que ya reconocían a escala nacional ese derecho; el de amarse y asentarlo legalmente sin importar el género de las o los contrayentes.

Pasaron 37 años desde que se adoptó la bandera del arcoíris como símbolo de la diversidad hasta este momento. Cada vez que alguien porta con orgullo esa mezcla de colores nos recuerda que rosas, rojos, naranjas, amarillos, verdes, azules o morados, todos cabemos en ella.

Tanto la Constitución mexicana como la estadounidense reconocen que todas las personas gozan de los mismos derechos; echar abajo las restricciones al matrimonio se apega perfectamente a esas declaraciones del tipo de nación que quieren sus ciudadanos.

A los opositores del fallo, el ministro Kennedy —quien fue el fiel de la balanza en el voto de la Corte— les dijo que argumentar que la comunidad LGBT violaba la institución del matrimonio era absurda y, con toda razón, aseguró que su respeto por ella es tan amplio que ella misma busca ser parte de esa institución.

En su exposición, que será añadida a los textos en defensa de la igualdad, habló de la esperanza de no ser condenados a vivir en soledad, excluidos de una de las más antiguas instituciones de la civilización; de su aspiración a la misma dignidad que las leyes le reconocen al resto.

Con el paso del tiempo las marchas del orgullo se han transformado, pasando de ser sombrías y llenas de rabia a ser lo que vemos hoy: fiestas de aceptación y reconocimiento a quien cada persona es; la que avanzará este sábado por las calles del Distrito Federal o de Nueva York serán muestra que lo que pasa hoy, más que una derrota de algunos conservadores, es el triunfo de décadas de lucha por la igualdad de derechos.

La decisión de estos tribunales no es, como los opositores buscan colocarla, una amenaza a la democracia sino una conquista de ella misma. Y, que quede claro, los derechos de algunos no pueden ser sometidos al voto de otros.

Las palabras de Barack Obama reconocen el avance. Mientras más seamos tratados como iguales seremos más libres; y lo recalca con su esperanza de que “el término matrimonio gay sea pronto cosa del pasado, que de hoy en adelante sea simplemente matrimonio”.

Falta mucho por hacer. En México y Estados Unidos hay quienes pierden el empleo por su orientación sexual, personas que son sometidas a rituales que ofrecen “curar” la homosexualidad, prohibiciones a donar sangre por tener relaciones con personas del mismo sexo; también están las víctimas de violencia y acoso hasta llevarlas al suicidio y quienes no pueden aceptarse en público porque eso los hace malos candidatos a puestos de elección.

Todas ellas merecen que defendamos sus derechos y seamos sus aliados; que nos movamos entendiendo de humanidad, con base en la ciencia y reconociendo la capacidad de decidir de las personas está por encima de preceptos morales que competen solo a quienes los profesan.

Que si a un hombre conservador no le gusta otro hombre que se quede ahí, pero que no busque imponer su concepto de amor sobre el resto. Se trata de terminar con la exclusión.

Cuando los que hoy son niños crezcan habrán de ver con asombro que alguna vez estuvo prohibido que dos hombres o dos mujeres se casaran entre sí, tanto como nos parece absurdo a nosotros que hace apenas 48 años lo estuviese el matrimonio entre personas de distintos orígenes étnicos.

Así, paso a paso, el amor va ganando. #LoveWins.

luciano.pascoe@gmail.com

Twitter: @lucianopascoe