Zedillo y Fox desdeñaron arte de Cantú

Zedillo y Fox desdeñaron arte de Cantú
Por:
  • larazon

Ernesto Lozano

A todas las amistades que me

facilitan una franca recuperación

Federico Cantú se levantaba con una taza de café y se forjaba sus propios tabacos mientras platicaba cada día, tenía colecciones de pipas, era una constante fumar mientras trabajaba, cuando recibía visitas, entonces grababa, no dejaba de grabar mientras conversaba. Federico siempre comía a la 1:15 de la tarde, como un reloj, después de comer tomaba una siesta de veinte minutos y seguía trabajando, en alguno de los cuatro caballetes con obras disímiles, mientras las dejaba secar, a las 8 de la tarde era su momento para cenar, después leía convulsivamente. La música no paraba de reproducirse en su casa; era un leit motiv sentirse envuelto por esas piezas barrocas que tanto disfrutaba.

Federico Cantú (Cadereyta de Jiménez, Nuevo León, 1907 – 1989, ciudad de México), contaba que inició su carrera mural en los pizarrones de la escuela viviendo en San Antonio, Texas. Fue un artista pleno, que utilizó todas las técnicas posibles, desde la sanguina, la tinta, el carbón, la acuarela, el óleo, la escultura, el grabado, la punta seca, el buril y el temple. Era un gran admirador de los clásicos, por lo que en su momento pintó con la técnica del temple utilizando pigmentos y huevo. Cantú también era fiel seguidor de la música barroca, sus autores preferidos eran Georg Friedrich Händel y Johann Sebastian Bach, de ellos pintó obras como el Oratorio de Navidad, Susana y los Viejos, El Mesías, Quinteto, Orfeo, El Retorno de Ulises, Apolo y Dafne, entre otras.

En 1986, la exhibición homenaje, Federico Cantú. Ciclos y Reencuentros fue presentada en el Palacio de Bellas Artes.

Sus obras pueden visitarse actualmente en la Ciudad de México en la Colección BANAMEX, en la Colección ING, en el Museo de Arte Moderno (MAM), en el Museo Blaisten, en las colecciones Cantú y de Teresa, F. Cantú Fabila, en Nuevo León en el Mune, en el Museo de Linares, en el Museo de Historia, la Pinacoteca y la Universidad de Nuevo León.

Continuamos conversando en exclusiva para La Razón, con Adolfo Cantú, nieto del maestro Federico Cantú y albacea de su obra.

¿Qué pasa con determinados grandes artistas que están olvidados en México? Ha pasado con varios grandes artistas en México, aparte de mi abuelo ha sucedido con Roberto Montenegro a quien en este año se le hace un homenaje, le ganó una beca a Diego Rivera, y nunca lo perdonaron, lo de Montenegro fue de principio a fin de su vida que estuvo marginado, mi abuelo supo convivir con la “mafia” cultural de ese momento, se llevaba bien con Diego, no era esclavo de Diego en el sentido de decir “si el maestro tiene los valores, hay que asumirlos”, Diego Rivera en actitud de choteo le llamaba a Federico Cantú el Picasso de los pobres, los dos venían a la par, los mismos precios de Diego eran los de mi abuelo, ambos estuvieron a partir de 1939 en las tres grandes escuelas del siglo XX, la Escuela de París (1924-1934), la Escuela de Nueva York ( 1937-1942) y la Escuela Mexicana de Pintura, a la que perteneció durante toda su vida. Federico vivía perfectamente en esos tiempos en Nueva York, expuso en las dos más importantes galerías, la Perls Gallery y Macy´s Gallery, en el MOMA y en el  Philadelphia Museum, al igual que el pintor Mario Carreño, quien también desde ahí era ampliamente reconocido. Al instalarse la Escuela de Nueva York, los que no se naturalicen “gringos” comienzan a ser excluidos y “van patrás”, aunque Federico había crecido en su infancia durante la Revolución en San Antonio, dijo, lo peor que puedo hacer es ser “gringo”.

¿Es por eso que Federico se regresa a México? Así es, Federico se regresa de nuevo a México trayéndose consigo a un notable coleccionista que es el encargado de llevar las obras a todos los museos de los Estados Unidos, el Dr. Mackinley Helm, que es el primer especialista en arte mexicano. El Dr. decide financiarle dos proyectos a Cantú, uno para San Miguel de Allende y el otro para Los Angeles, siempre ellos llevaron una muy buena amistad.

¿Cómo entra tu abuelo a las grandes colecciones que se estaban formando en México? Licio Lagos fue uno de los importantes coleccionistas en México, su colección se dividió al final, una parte la integran la Colección Banamex y, la otra, la Colección ING, (que antes fuera América-BANAMEX). Gracias a la gestión del Dr. Mackinley, las obras de Cantú integran ambas colecciones. Él también hizo llegar a los museos de los Estados Unidos, no sólo trabajos de mi abuelo, también de Carlos Mérida, Zúñiga, Tamayo, Guerrero Galván, Meza, María Izquierdo, Juan Soriano, Leonora Carrington, Montenegro, El Corcito y Ortiz Monasterio entre otros, todo esto junto con Inés Amor de la Galería de Arte Mexicano. Por eso Federico Cantú aparece en todas las colecciones de arte antiguo.

¿Por qué las nuevas generaciones desconocen la obra de Cantú y de otros grandes de la plástica de esos tiempos? Porque todos ellos ya han muerto.

La idea y todas las conexiones se perdieron, los únicos que sobrevivieron fueron los longevos. Tamayo sobrevivió y llevaba una dinámica más adelante al igual que Luis Nishizawa, que es de la época, y aún lo tenemos entre nosotros. Las nuevas generaciones no tienen idea también por la falta de difusión de las autoridades, por eso y porque mi abuelo, que atesoraba todo, hizo tres publicaciones que nunca las comercializó. Por otro lado, los libros de arte en México no se reeditan, se convierten en grabados raros.

¿Qué ha pasado con la obra mural privada que realizó tu abuelo? Para mala fortuna en la años en que gobernaba Ernesto Zedillo, éste decide comprar la casa del Chato Noriega en la que había unos murales de Federico, a su esposa no le gustaron esos murales y el ex presidente decide deshacerse de ellos, entramos en esos tiempos a una administración que no le interesó la obra de Cantú. También sucedió con la casa de Benito Coquet, quien es el hacedor del IMSS, en cuanto a su acervo pictórico y escultórico, los herederos de Coquet deciden también prescindir de dos batallas en mural (La Caída de Troya y La Batalla de Tenochtitlan) que se encontraban en esa casa, ambas de la autoría de mi abuelo. En esa ocasión interviene el INBA y se logra que las compre Natividad González a nombre del Estado de Nuevo León, una se va a la Pinacoteca y la otra al Museo de Historia, además de una tercera pieza que se la queda el Museo Fundidora. La cuarta obra mural de esta casa necesitaba un desprendimiento, un strappo, para sacarla completa de ahí, pero el INBA y la directora de CONACULTA en ese momento, Sari Bermúdez, se cruzan de brazos y mejor permiten derrumbar la casa perdiéndose esa cuarta obra mural (El Quinteto de Ángeles Músicos). En el sexenio del presidente Vicente Fox, me acerqué al Secretario de Educación para corregirles la ausencia en la guía sobre murales que estaban preparando, de la obra Los Informantes de Sahagún, que está en la Pinacoteca Virreynal, y claro que se habían olvidado, pues el mural lo tienen cubierto por un plástico. Está en el Centro de Arte Alameda y como tenían que hacer proyecciones en la institución, pues lo tapan y las realizan sobre el mural de Cantú. En el gobierno de Canales Clarión en Nuevo León, abandonan el mural El Flechador del Sol, al no darle el mantenimiento que necesitaba y se pierde al permitirse su derrumbe.

Fueron gobiernos muy crueles con el arte.

¿Qué acervo dejó el maestro Federico Cantú? De caballete y escultura hay aproximadamente 300 temas, algunas veces manipulaba las fundiciones agregando y suprimiendo, logrando variantes sobre el mismo tema, en el caso de los grabados también, son unas 200 placas, las manipulaba como cuatro veces, hay placas que están muy retocadas, el grabado de La Última Cena tiene cinco versiones diferentes, todas realizadas sobre la misma placa a lo largo de 30 o 40 años. Él hacía eso: evolucionaba, al cambiar de pincel, cambias de trazo, de buril. Otro ejemplo es La Mona Casandra, que era como su Gioconda, su Mona Lisa, hay alrededor de 25 versiones diferentes de esa obra. Tenemos identificables unos 2,000 óleos, dibujos son muchos, de la época de París hay unos seiscientos trabajos, proyectos a su muerte tenemos la Iglesia de la Universidad Intercontinental (UIC), ahí están el Vía Crucis, cada pasaje tenía un proyecto y a veces hasta dos, al igual que la sección de los 14 proyectos de vitrales. Encontramos unas ilustraciones para la edición de un libro de Renato Leduc, y en cuanto a las Madonnas del IMSS, hay unas 60 piezas grandes, sin contar con las obras en museos y galerías de los Estados Unidos.

Federico Cantú murió el último domingo del mes de enero de 1989 en la ciudad de México. Sus restos reposan al pie de una de sus obra maestras Dios padre y crucifixión, en la capilla de la Universidad Intercontinental en la ciudad de México.

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