10 reflexiones sobre la crisis

10 reflexiones sobre la crisis
Por:
  • larazon

Ilustración Francisco Lagos La Razón

1º. He vuelto a escuchar con insistencia la palabra crisis. En una sociedad donde las palabras se devalúan con facilidad y prevalece la simulación, el anticlímax y la complacencia, se debe ser prudente en el uso de los términos para evitar el riesgo de los comentaristas superficiales: decir cosas no pensadas y abusar de las palabras.

2º. Y sin embargo, todo parece brotar desde profundidades ocultas y que nos negamos a aceptar pertenezcan realmente a la dimensión de nuestra vida. En los últimos años la crueldad y la barbarie han emergido porque estaban ahí, soterradas, en el inconsciente colectivo, en la tradición de nuestra historia y en el pantano del resentimiento social. Es una violencia sin destino, sin sentido, un nihilismo aún más degradado porque no se identifica más que con el abuso.

3º. Cierto, es una crisis, pero no la superficial y vista en forma interesada en la que se agotan los resentimientos y las ambiciones, las mentiras y los descuidos, la propaganda y los desahogos. No es en realidad la crisis de un gobierno sino, en el fondo, aunque casi nadie lo vea, es la crisis de una cultura y de toda una comunidad.

4º. La gente religiosa lo intuye, pero convertidos en activistas toman partido y lo espiritual se termina convirtiendo en algo político. Por ejemplo, Javier Sicilia, un poeta católico, o el cura Alejandro Solalinde, coinciden en exclamar que “¡México es un país de porquería!”. Quizás la verborrea contra el Estado debe tener límites, pues el insulto contra su propio país expresa la impotencia y, por tanto, la debacle de su ideología: la teología de la liberación.

5º. Recordemos que crisis es una palabra latina proveniente del griego krisis y significa decisión, derivada de krino: yo decido. Por eso tienen razón los que ven toda crisis como una oportunidad, una realización posible para resolver los asuntos postergados. En su significado de mutación de una enfermedad, un proceso histórico o un momento conflictivo, la crisis es la circunstancia que hunde o salva, es una convulsión o una salida.

6º. Pero yo señalo la crisis del pensamiento dominante y de la cultura establecida. Los criminales apoderados de una franquicia política de izquierda y con la complicidad de sus líderes —Andrés Manuel López Obrador, Lázaro Mazón, Ángel Aguirre, Jesús Zambrano— llevaron a cabo su obra de asesinato y de tortura y si bien hay una sacudida, la reacción ha sido manipulada y orientada contra el adversario político. Y esta maniobra representa una evasión del establishment cultural respecto: a) toda la izquierda está podrida —esto incluye a la izquierda radical responsable de enviar a la muerte a esos muchachos de nuevo ingreso de la Normal de Ayotzinapa— y b) nuestra sociedad ha anidado naturalmente a los monstruos y no es el Estado, es decir, la ley la causa sino, sobre todo, su ausencia más patética.

7º. Quizás el equipo gobernante haya aprendido la lección que le toca de esta crisis. Depende de su inteligencia y de su valor moral, de las decisiones que tome, más allá de la retórica y de la burocracia, pues sin duda se aprende de los errores si se quiere avanzar y es dable confiar en el esfuerzo de quien se ha propuesto la transformación. Pero me queda claro que la mayor parte de la clase política no ha aprendido nada de esta crisis.

8º. Hace veinte años escribí el libro El fin de lo sagrado para advertir que la modernización, como solvente universal, requería de lo sagrado como un contrapunto, por lo cual denunciaba la secularización del catolicismo —religión mayoritaria del país—como un gran riesgo. No me equivoqué. En el vértigo modernizador, la desacralización creó los espacios para los antivalores. Ese es el trasfondo de la crisis más profunda, donde el resentimiento social se exaspera hasta la patología y la violencia sustituye al espíritu. Luego, unos años después publiqué El laberinto de la crueldad, un breve ensayo para analizar la patología mexicana. Este texto se emparienta con El capitalismo gore, de Sayak Valencia, quien le da nombre a los monstruos, los ultra violentos y demoledores: endriagos, híbridos de hombre, hidra y dragón según la metáfora del Amadís de Gaula.

9º. Nunca van a aceptar la polémica porque sus ideas son débiles ya: el 68 está muerto aunque lo quieran revivir y más ahora cuando de manera legítima se puede hablar de Iguala, un Tlatelolco de la izquierda. Pueden gritar lo que quieran, pero la verdad es inexorable. Y ante este nuevo ciclo histórico, la caída de su ideología es parte de la crisis de nuestra cultura.

10º. Salir de la noche, prepararse de nuevo para los ideales, la rebeldía más auténtica, la búsqueda intransigente de la verdad, vivir bajo el sol de mediodía mientras se inventan las tareas, rechazar el pesimismo, la quejumbre, el catastrofismo, el resentimiento, despreciar la ausencia del debate, querer la potencia no el poder, rescatar al país de los monstruos que lo han devastado; saber que este nihilismo primitivo es el enemigo. Y meditar en este verso de Hölderlin: ahí donde está el peligro, está la salvación.