Piropos, poesía en extinción

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Foto: larazondemexico

Ilustración Engelbert Chavarría La Razón

Posee un tiempo, un ritmo, una cadencia. Para que surta efecto, debe ser espontáneo y certero; referido en el momento justo para que la fémina lo escuche, pero no sepa quién lo pronuncia. La aspiración de máxima es hacer brotar una sonrisa incontenible en el rostro de quien lo recibe. Se habla del piropo, aquella poesía fugaz y callejera que en algún tiempo fue parte de la identidad mexicana, pero que por estos días parece estar en extinción en las veredas de la ciudad.

Los poetas que poseían la agilidad mental para sorprender y halagar a la mujer que pasaba, fueron reemplazados, hace ya años, por hombres de poco ingenio que apenas pueden articular una grosería en una sola palabra. “El piropo fue reemplazado por una expresión frontal y agresiva.

Se perdió la sutileza. El piropeador de antaño era un celebrador de la belleza femenina. Tenía una visión caballeresca de la feminidad, que implicaba respeto y deseo. Era una reacción espontánea producida por un encuentro que le inspiraba poesía. Hoy, en cambio, existe una visión pornográfica del piropo, por ser fragmentaria. La destinataria no es la mujer, sino alguna parte de su cuerpo”, dice el filósofo Santiago Kovadloff.

“Timidez del hombre”, es la razón que esgrime la doctora Hortensia Moreno, investigadora del Programa Universitario de Estudios de Género de la UNAM. “Las mujeres ya no caminan cabizbajas, sintiéndose indefensas y sonrojándose porque los hombres se intimidan ante el poder de las féminas.

Pese a la elegancia y elogio que implica un piropo, “pasó de moda, ya no está presente en nuestras formas, en nuestros moldes. Ya es de otro siglo”, asegura la investigadora de la UNAM. “Las costumbres se han modificado ligeramente. No estoy completamente segura, pero no sé si esta relación siga dándose con tanta libertad porque las mujeres empiezan a tener otro posicionamiento y empiezan a estar en otro lugar”, agregó.

En tanto el portal AtreveteDF manifiesta que la problemática que hay con el piropo se presenta cuando en vez de ser halagador cruza la frontera del acoso: “El acoso no es halago por la misma razón. El acoso, que va desde las miradas lascivas hasta la violencia sexual física, tiene que ver con las relaciones de poder, con la objetificación de las mujeres, de las minorías sexuales y de otras comunidades vulnerables.

Generalmente a lo que nos referimos como piropos callejeros (mamacita, sabrosa, apachurro y frases mucho más ofensivas) son comentarios sobre atributos físicos, que denigran y que incomodan y que son ofensivos”, refiere el organismo.

De acuerdo con los defensores del uso del piropo, su excelencia radica en la incongruencia y creatividad que se imprime en una frase. No obstante, hay un elemento clave para entender por qué el piropeador está en extinción: el piropo es cosa de dos: quien lo da y quien está dispuesto a recibirlo. Además, actualmente las mujeres que se sienten agredidas con una frase callejera están dispuestas a voltear, encarar, insultar y hasta poner en ridículo a quien les dirige una ofensa.

El empoderamiento femenino ocasiona escuchar menos frases como “Tu padre ha de ser un escultor famoso para haber hecho ese monumento de mujer”.

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