La novia judía de Gooebbles

Foto: larazondemexico

El pequeño hombre cojo escribía por las noches una novela dedicada al retrato de un joven alemán oscilante entre el orgullo de su persona y el rechazo al mundo circundante; todo joven, aun siendo irreflexivo, se pregunta en algún momento acerca de su tarea en la existencia y, de manera grandilocuente, del sentido de la vida. Estas interrogantes animan a veces sus propios actos que son así, en su ímpetu o confusión, una búsqueda de respuestas.

Había comenzado a escribir el libro con el título de Michael, a finales de 1923 y lo terminaría al acabar el invierno en 1924. Vivía en la pequeña ciudad del Ruhr, ocupada en ese tiempo por fuerzas belgas y francesas con el pretexto del atraso del Reich alemán en el pago de sus indemnizaciones de guerra.

El personaje central de Michael, escribe en su diario: “15 de julio: En mí hay indignación, sublevación, revolución. Una idea toma cuerpo en mi mente, adquiriendo formas grandiosas. La danza de la muerte y la resurrección”.

El autor se esfuerza por hacer de su personaje alguien con resonancias nietzscheanas y dostoyevsquianas. Algunos años después, Víctor Reimann, sobreviviría a un campo de concentración y estudiaría la novela para tratar de entender a Joseph Goebbels (1897-1945), uno de los principales responsables del régimen nazi. Y habría de señalar que a la figura de este personaje novelesco le falta autenticidad. “Un Michael que piensa como Goebbels no puede ser un héroe brillante. Lo único que tiene es una actitud heroica”, dice Reimann.

Si bien la obra es demasiado sentenciosa y le falta arte literario, ese Michael, alter ego de Goebbels, refleja ciertamente una actitud acorde a su edad y a su tiempo, y aunque sin duda hay en estas páginas una ausencia de lo auténtico, de algo de más fondo síquico y dramático, el estereotipo plasmado resulta finalmente congruente con el señor de los mitos y del lenguaje de piedra que habría de caracterizar a este Mefistófeles del nazismo, el verdadero creador de Hitler.

“18 de julio. Parece que ya no viviera en este mundo. Estoy frenético de sueños, de cólera, de embriaguez. Sospecho la existencia de nuevos mundos. La lejanía aumenta en mi interior. ¡Oh, Dios! Permíteme expresar lo que sufro”.

Mientras creaba esta novela, Goebbels vivía su principal romance de juventud con Else Janke, a quien dedicó muchas notas en su Diario personal entre 1921 y 1926. En momentos se exalta al mencionarla si no está cerca de ella: “¿Cuándo volveré a ver a mi pequeña Else? ¡Deseo tanto volver a verla! Estoy junto al Rhin y te espero. ¡Ven, ven y bendíceme!”.

La madre de Else Janke era judía. La muchacha, muy bella, pertenecía a una buena familia burguesa. Ni la ascendencia ni la condición social inquietaron a Goebbels que por esos tiempos abandonaría sus veleidades izquierdistas y comenzó a coquetear con el Partido Nazi, que satisfacía mejor su radicalismo, su ánimo de reivindicación, de grandeza y de violencia. Tampoco a ella le importaron mucho las simpatías y la posterior militancia de su novio. Si él parecía en ese momento no tomar muy en serio el antisemitismo, ella reparaba menos en eso.

Sin duda estaban enamorados. Al terminar Michael, Goebbels corrió a medianoche a casa de ella para entregarle el manuscrito y fuera así ella su primera lectora. Se dice que ella personalmente llevó luego el libro a la editorial judía Ullstein, que negó su publicación por no encontrarle suficientes méritos artísticos.

De manera inevitable, la militancia nazista de Goebbels acabó con este amor. Hitler nombra, en septiembre de 1926, jefe del Partido nazi en Berlín al pequeño hombre cojo. Su inteligencia maléfica y sus capacidades propagandísticas se desplegarían en esta ciudad donde el nazismo era minoritario. Quizás Else Janke no lo curaba de sus complejos, pero la confianza de Hitler lo sublimaría y él la correspondería con una postura incondicional, convirtiéndolo en el semidios de los alemanes humillados por la derrota en la Primera Guerra y por la crisis económica.

La despedida con Else, la describe el futuro Ministro de Propaganda en su Diario: “Esperamos el tren que se retrasa. Estamos ya en otoño. El tren acaba por llegar echando humo. Cuando el tren arranca, Else se vuelve y llora. Después se cierra la ventanilla. La lluvia repiquetea sobre el techo del vagón. ¡Me he despedido de la vida de los demás! Mi corazón está roto…” (26 de septiembre de 1926).

Finalmente en 1929, una editorial del Partido Nazi publicaría la novela de Goebbels con el título: Michael Vormann. El destino de un hombre en su diario. El autor le agregaría varias convenientes menciones antisemitas que no estaban en el manuscrito original; eso fue un preludio a esos afanes persecutorios a los que contribuiría de manera sustantiva.

Nunca más volvería él a saber —convertido en un obsesivo mujeriego— de Else Janke, quien por su parte sobreviviría discretamente a todas las catástrofes de la Segunda Guerra Mundial.

Antes de convertirse en el líder de la propaganda nazi, Joseph Goebbels escribió además de la novela Michael, varias obras de teatro; una de ellas dedicada al drama de Jesús, titulada Judas Iscariote; más adelante afirmaría con sarcasmo: “No hay discurso más violento que el Sermón de la Montaña; todo propagandista debería estudiarlo”.

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