Daniel Camacho Ángel, alias Camacho, nació en 1971, en Guadalajara, “donde levantas una piedra y aparece un monero”. Desde niño le gustó el dibujo, pero estudió Leyes en la Perla Tapatía porque quería ser un defensor de tiempo completo de la libertad. Se empeñó en ser caricaturista y tuvo que pagar el costo de ese capricho ejerciendo toda clase de oficios paralelos. Fue mesero, mensajero y vendedor de jugos y tortas.
Con puntillas y tinta china se inició en El Jalisciense y luego colaboró en el diario Siglo 21. En la Ciudad de México ha realizado ilustraciones para la revista Nexos y cartones políticos en el diario Crónica; actualmente publica cinco veces a la semana en el diario Reforma (dibuja con tableta digital y agrega color con Photoshop). Del trabajo en este último diario se desprendió su libro Haiga sido como haiga sido. El sexenio de Calderón (Cal y arena, 2012), con textos de René Delgado, Rolando Cordera, Ciro Murayama, María Amparo Casar, Eduardo Guerrero Gutiérrez, Ricardo Raphael, Roberto Zamarripa, Pedro Salazar Ugarte, Myriam Vachez, José Woldenberg y Luis Miguel Aguilar.
El próximo 5 de diciembre presentará con Delia Juárez (compiladora) Así escribo (Cal y arena, 2015), en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara. En ese volumen, 53 escritores cuentan la forma en que enfrentan el misterio de la creación. Los textos fueron publicados originalmente en Nexos, y en su momento fueron ilustrados por Camacho.
¿Te consideras marxista allenista? Digo, por Groucho y Woody.
Soy marxista lennonista.
¿Por lenón?
No, por John Lennon. La verdad, sí soy muy fan de Groucho Marx y
Woody Allen. De Groucho Marx primero leí sus libros, Groucho y yo y Memorias de un amante sarnoso, y luego vi sus películas. Me encanta su humor: inteligente, mordaz y, sobre todo, contagioso. No tiene desperdicio.
Las películas de Woody Allen las he visto todas, las vuelvo a ver y me vuelvo a reír como si fuera la primera vez.
¿En México hay alguien con un humor comparable al de ellos?
Yo creo que sí: Tin Tan. Era genial en su humor, además de que actuaba muy bien y bailaba. También me gusta mucho Jorge Ibargüengoitia.
¿Ubicas bien a Palillo?
Le tengo mucho respeto a lo que hizo, me han contado muchas anécdotas acerca de él, pero desafortunadamente nunca lo vi. Hubiera sido muy bueno verlo en la carpa.
¿Te gusta lo que hace Brozo?
El problema con Brozo es que hay que ver televisión y yo nunca la prendo. En Facebook me encuentro muchos comentarios acerca de él. Lo vi hace años en La caravana, de Imevisión, y me parecía estupenda su irreverencia.
¿Quiénes son tus modelos a seguir en
la caricatura?
En primer término, el Chango García Cabral, un dibujante excepcional, de trazo muy libre. Los moneros de ahora trabajamos en formatos muy pequeños, con muchas rayitas. Él trabajaba con grandes trazos, supongo que con una gran formación plástica. Él se inició en periódicos durante la época de Porfirio Díaz, y luego Madero o gente de Madero lo “invitó” a salir del país. Tengo entendido que hizo una caricatura que no les gustó, con Madero y su esposa como perrito faldero. Se fue a París y allá publicó en una revista junto a Toulouse Lautrec. Regresó a México y trajo lo que vio allá de art nouveau y art déco. Alguna vez vi una exposición de él en Bellas Artes y me maravilló. Según Juan José Arreola, un periodista se encontró a José Clemente Orozco y a Diego Rivera en un restaurante, y les preguntó quién de los dos era mejor dibujante, y ellos contestaron que el Chango García Cabral.
Otro caricaturista que admiro mucho es Abel Quezada, un gran artista tanto por sus dibujos como por sus pinturas. Esa imagen de Gastón Billetes con un diamante en la nariz es magnífica; ahora se ve como algo normal, pero la idea fue muy buena.
¿Eres autodidacta como dibujante?
Sí, desgraciadamente. Me hubiera gustado que alguien me guiara desde el principio.
¿Pasaste del “entre abogados te veas” a “entre moneros te veas”?
Sí. Me desilusionó mucho el ambiente en el que se mueven los abogados.
Estudiaste Leyes y fuiste líder en la Universidad. Pintabas para político y acabaste ejerciendo la crítica contra ellos.
Sí. Tenemos una clase política enana que mal gobierna.
Dice Rius que es frustrante que la caricatura política ya no tenga efecto porque los políticos se han vuelto muy cínicos.
Yo hago mi trabajo pensando en el ciudadano de banqueta, en alguien como tú o como yo. No dibujo para que el político vea mi trabajo y opine algo al respecto.
¿Nunca les has vendido caricaturas de ellos mismos?
Jamás he vendido una caricatura, no están a la venta. Alguna vez me hablaron de la Presidencia para comprarme una caricatura con todo el gabinete de Calderón, porque a él le había gustado mucho. Yo pensé: ¿cómo pudo gustarle si Elba Esther Gordillo le está mostrando las notas que debe tocar al dirigir la orquesta? Luego me hablaron del periódico y les dije que, si querían, se las regalaran. Tiempo después, me encontré a un secretario del gabinete que iba con su esposa. Nos saludamos y él le dijo a su compañera que yo era el autor de la caricatura que estaba colgada en su oficina, dedicada por el presidente. Me dio mucha risa.
¿Piensas que el libro Haiga sido como haiga sido va a envejecer rápido?
Va a quedar como la triste memoria de un sexenio terrible. Cuando pasen muchos años, alguien podrá ver lo que pasó a través de dibujos y los textos que escribieron varios de mis amigos, que enriquecieron mucho el libro con sus comentarios como especialistas: elecciones, justicia, economía, pobreza, etcétera.
En la presentación de ese libro, Pablo Arredondo dijo que al inicio de tu carrera te veía más como un buen ilustrador que como caricaturista político.
Sí. Él era subdirector del diario Siglo 21 y me dijo que todo mundo quería hacer cartones políticos y que yo debía irme más por la ilustración. Yo siempre quise hacer reír a la gente con los temas que deberían hacer llorar.
¿Qué impresión te causa ahora ver tus retratos en el libro Así escribo?
En su momento me gustó mucho retratar a todos esos autores, quienes escribieron acerca de su maravilloso trabajo. A muchos de ellos no los conozco en persona, pero otros son mis amigos y eso me daba un doble placer.
¿Te hubiera gustado rehacer algunos retratos para el libro?
No. El dibujo es un momento efímero y así se debe quedar. Conozco colegas que hacen muchos bocetos antes de hacer el dibujo; yo, no. Yo dibujo al personaje de inmediato, tal como lo estoy mirando. Te diría que son como selfies.
