Marengo no era un corcel cualquiera. Era el caballo del hombre que, en poco más de una década, tomó el control de casi toda Europa Occidental y Central: Napoleón Bonaparte. Inmortalizado en la famosa pintura ecuestre al óleo “Napoleón cruzando los Alpes” por el artista francés Jacques-Louis David, entre 1801 y 1805, ahora su esqueleto será la gran estrella de la exposición de reapertura del Museo Nacional del Ejército, en Chelsea.
El poderoso animal tenía unos siete años cuando Bonaparte lo adquirió en 1799. Al año siguiente lo bautizó en honor a la batalla en la que venció a los austríacos. Lo montó también en Austerlitz, la “batalla de los tres emperadores”, donde derrotó a las fuerzas combinadas de Austria y Rusia. En las guerras peninsulares se decía que el animal podía correr los 129 kilómetros que separan Valladolid y Burgos en tan sólo cinco horas.
Los expertos en conservación Derek Bell y Arianna Bernucci han pasado dos años limpiando cada hueso para devolverle a la gloriosa posición plasmada en el lienzo de Jacques-Louis David. El cuadro es una de las cinco versiones de los retratos encargados por el embajador español en Francia y muestra una versión fuertemente idealizada del auténtico cruce de los Alpes por Napoleón y su ejército en 1800.
El caballo quedó a su suerte en la histórica batalla de Waterloo ante las tropas del prusiano mariscal de campo Gebhard Leberecht von Blücher y las británicas, holandesas y alemanas dirigidas por el duque de Wellington. Tras su derrota, Napoleón regresó a París, abdicó formalmente, se rindió a los británicos y fue enviado al exilio en la remota isla de Santa Helena, donde murió en 1821. Marengo fue capturado por los guardias de los granaderos que lo llevaron a Inglaterra, donde fue comprado por el teniente coronel John Julius Angerstein. Se dice que disfrutó de una vejez pacífica después de intentos infructuosos por cruzarle. El animal murió en 1831, con 38 años, una edad más que considerable para un equino.
Angerstein donó el esqueleto –y posiblemente también su piel gris, aunque los registros son muy incompletos– al museo del Royal United Services Institute, donde en 1865 fue incluido en una guía como uno de sus principales atractivos. En los años 60 del pasado siglo, Marengo fue entregado con otros objetos de la batalla de Waterloo al entonces nuevo Museo Nacional del Ejército.
Pero los restos de Marengo quedaron pobremente armados. Según Sophie Stathie, curador del Museo Nacional del Ejército, “la cabeza estaba caída y la peculiar posición rígida de las piernas le hacían parecer más bien una mula. Una de las razones por las que se decidió reconstruirlos fue para que volviera a parecer el caballo que fue”, dijo.